sábado, 1 de enero de 2011

TRAVESTISMO ¿HACIA LA NORMALIDAD?

Travestismo y transexualismo son conceptos sobre los que existe todavía hoy mucha confusión. Es uno de los muchos ejemplos que pueden llevarle a uno a poner en entredicho los criterios sobre los que se asienta la supuesta ciencia de la Sexología, así como una parte de la Psiquiatría. Y es que estos conceptos, travestismo y transexualismo, reciben abundante tratamiento en esta última disciplina médica, la que trata los desórdenes mentales. Según el Manual de Diagnóstico de los Trastornos Mentales (DSM-IV) ambos se encontrarían dentro de la categoría 'Trastornos sexuales y de la identidad sexual', posicionando al primero en la subcategoría de parafilias (también conocidas como desviaciones o perversiones), y asociando al segundo con frecuentes casos de psicopatías. Casi nada. Desde perspectivas psicoanalíticas, la confusión no se aclara precisamente: las interpretaciones del fenómeno se centran mucho en el pene, en base a su nivel de exhibición, aceptación u odio, los simbolismos de castración que este fenómeno al parecer lleva muy implícitos, y se menciona de nuevo la posibilidad de un delirio psicótico en los transexuales.


Respecto a esto de las psicopatías, es probablemente cierto, si escarbáramos en los anales de la criminología, que bastantes psicópatas habían iniciado una pendiente hacia el transexualismo (ver la película El Silencio de los Corderos); pero cabe decir al respecto que un síntoma no constituye la estructura completa de la personalidad. Del mismo modo que un entorno familiar adverso, con unos progenitores que educan de forma altamente contradictoria, puede desencadenar en un niño una esquizofrenia o un desorden bipolar, quién sabe si también las potentes crisis disfóricas a raíz del conflicto con la propia identidad sexual pueden desencadenar una psicosis, siendo por tanto ésta posterior al transexualismo quizá innato.

Está claro que el travestismo es un fetichismo, sobre todo cuando necesita casi exclusivamente vestirse con ropas del sexo opuesto para conseguir excitación erótica y sexual. El principal problema es que puede ocasionar trastornos emocionales en la propia persona, sentimientos de culpa, vergüenza, etc., y en su pareja sentimental si la hubiera, pudiendo ésta, mujer, impactarse profundamente debido a la educación y a los estándares socioculturales interiorizados; la imagen de un hombre vestido de mujer se relaciona automática y negativamente con falta de hombría, homosexualidad, pasividad, desorden mental, etc., pese a que el hombre travestido no muestre ningún carácter amanerado ni afeminado y conserve su rol activo, masculino y su autoestima. En este caso, el del travestismo heterosexual, sí que el psicoanalísis ofrece herramientas de comprensión, con las que se puede estar o no de acuerdo: la asociación y posterior fijación, en la etapa infantil, de los ropajes femeninos maternos con la figura de la madre protectora y nutridora, proveedora de seguridad, comprensión y armonía; el objeto de deseo, la mujer, ha sido desplazado hacia sus vestimentas, en una búsqueda, en el fondo una admiración, por su esencia como madre en potencia.

Bueno, ahí va un articulito interesante que ayuda a estructurar el tema:

ENTENDAMOS EL TRAVESTISMO

HOMBRES QUE SE VISTEN DE MUJER ???

El Travestismo en su definición más simple es el "vestir según el código de imagen del sexo opuesto al propio", sobreentendiendo por sexo: sexo genital. Sin embargo, las cosas son mucho más complicadas.

Básicamente hay cuatro clases de travestismo. Unos que se originan en la propia sexualidad y el que se fundamenta en la propia identidad sexual.


- Travestismo Fetichista
El travestismo como expresión de la propia sexualidad es sencillamente un tipo de fetichismo, y no compromete necesariamente a la identidad sexual de quien lo practica. Hay hombres que se sienten hombres en su interior y que sin embargo, disfrutan de imitar a la mujer con fines eróticos; es una forma de fantasía de auto-transposición al objeto sexual y de acercamiento virtual al mismo. En pocas palabras, es una manera un tanto sorprendente de hacer el amor sin que la pareja ideal esté presente y puede ser considerado como un desviación de la psicología endógena y social del sujeto.
- Travestismo Histriónico
El travestismo como expresión teatral o transformismo es una de tantas formas de expresión artística y, si bien es dificil que a un actor de renombre le guste aparecer vestido de mujer, quien es verdaderamente actor lo puede hacer con mucha calidad y apoyado por los caracterizadores, que buscarán obtener el personaje ideal de acuerdo al guión o al libreto de la obra. Hay "actores" que repetitivamente actúan como mujeres, son los llamados "performers" en el mundo del teatro ligero, esto se ha extendido a la televisión. A la actuación en sí misma se debe agregar la sospecha de que la caracterización constante es una cualquiera de las otras formas de travestismo.

- Travestismo Homosexual
El travestismo como una forma de cortejo en la prostitución homosexual es el artificio que usa el homosexual que se prostituye frente a sus clientes también homosexuales pero ocultos (homosexuales de closet), que se sentirán menos culpables al relacionarse con alguien que tiene al menos la apariencia de una mujer. El travesti prostituto se vale de la inseguridad del homosexual para incrementar su clientela a través del travestismo.

- Travestismo Existencial
El travestismo como expresión de la propia identidad sexual implica que la psique no está en el fondo conforme con el propio sexo físico y con la propia personalidad sexual pública (es decir no conforme con el sexo social adquirido). Comporta entonces la producción de una personalidad sexual privada que resuelva el conflicto entre identidad sexual, por un lado, y morfología o apariencia sexual por el otro. Por lo tanto, desde el punto de vista subjetivo de quien lo practica, es justo en ese momento cuando la persona reencuentra su unidad y coherencia sexual, y cuando menos travestida se siente.

ENTONCES... ¿CUANDO UN HOMBRE SE VISTE DE MUJER NO ES UN TRAVESTIDO?

Depende de dónde ponemos la mirada. La persona que se traviste por expresión de su propia identidad, sólo se siente travestida cuando se ve obligada a producir una apariencia conforme a su sexo físico, es decir, cuando las demás personas la perciben como sexualmente congruente (paradójico ¿no?).

Normalmente, el travestismo por identificación con el sexo físicamente opuesto, progresa hacia estados de mayor ansia y presión interior por restablecer la unidad sexual (puede ocasionar por tanto disforia de género), hasta asumir la condición de transexualidad, la cual se vive consciente o inconscientemente desde el comienzo de la vida, e iniciar un proceso de completa transición sexual (con sus diversas fases: anatómica, genital, social y legal). Una persona que ha transformado entonces totalmente su sexo físico y genital, ya no puede considerarse travestida bajo ningún punto de vista, porque está asumiendo, privada y socialmente, la apariencia correspondiente al sexo físico de su innata identidad psicosexual. Ahí están, pues, las diferencias entre travestismo y transexualismo.

Puesto que la identidad sexual de una persona nacida transexual está, en muchas ocasiones, escondida por el yo sexual socializado desde la infancia (léase personalidad sexual inducida), ocurre en esos casos que el travestismo es la generación de una personalidad sexual alternativa (casi siempre en privado), y suele ser durante mucho tiempo la única manera de adquirir coherencia sexual subjetiva hasta que, en algún momento, la propia identidad sexual es asumida con plena conciencia (lo que requiere auto-reconocimiento de los propios instintos, recuperación de la autoestima e independencia personal), para actuar desde uno mismo, desinhibidamente y no desde los condicionamientos sociales.


El encuentro momentáneo con la propia y coherente verdad sexual, que el travestido experimenta al asumir temporalmente la personalidad sexual congruente con su identidad sexual profunda, le produce estados de euforia y gozo que liberan sus energías sexuales con toda naturalidad y le pueden llevar al orgasmo. Cualquier estado de excitación sexual de esa persona cuya identidad sexual aún no se ha vuelto pública y permanente, hace que automáticamente emerja esta identidad sexual fundamental, con lo que sobreviene el deseo irreprimible de expresarse, pero en el estadio de cotidiano enmascaramiento de identidad, lo que ocurre es un refuerzo del acto episódico de travestirse. Esta respuesta sexual y psicológicamente eufórica que algunos psiquiatras denominan "autoginefilia", es por tanto un indicador de la verdadera identidad sexual de la persona, y de en qué grado ha conseguido alinear su forma, apariencia y personalidad con su identidad sexual. En ningún caso la autoginefilia (léase gustarse a sí mismo) puede ser tomada como un síntoma de un desorden mental de género padecido por un varón, sino la señal de que se está en presencia de una mujer psicológica en etapa de reconocimiento absoluto de su identidad sexual verdadera.

El travestismo en este caso no es ni un acto sexual, ni una desviación psicosocial del sujeto, sino la manifestación de su genuina personalidad sexual, condicionada y limitada por sus inapropiados genitales y anatomía, y es el vehículo para la recuperación paulatina de su integridad sexual. Conforme la práctica del travestismo le permita llegar a reconocerse plenamente en sus sentimientos de género y emprender finalmente el ajuste de su sexo físico y social, obtendrá la unidad sexual definitiva, la paz de su alma y la erradicación de su hasta entonces latente conflicto transexual.

Adaptación de un pequeño ensayo de Gina Alva I. Tomado de su web

http://www.geocities.com/WestHollywood/Village/7618/index01.htm

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