El siguiente escrito busca realizar una mirada a la evolución de la sexualidad a través del tratamiento de travestismo en el cine desde los años 50 hasta la actualidad. Parto del supuesto que en este período el tratamiento del travestismo ha sufrido una modificación a medida que ha ido cambiando la concepción de la sexualidad y sus formas de expresión. De esta manera, pretendo detectar el tratamiento de forma más jocoso en sus inicios, pasando a ser utilizado como un medio para conseguir un fin, hasta ser tratado como una forma de expresión personal y colectiva.
La historia es un registro significativo de acontecimientos. Los testimonios históricos, que gracias al apoyo técnico tienen múltiples posibilidades de narrarse y difundirse, lejos de determinar la verdad que se intenta probar en los juicios de los historiadores, ofrecen un acercamiento a las percepciones que se han tenido a través del tiempo; el hombre es el que le da sentido a los hechos, no sólo observa y ordena los hechos, sino que busca el conocimiento de los mismos.
El cine se me hace un medio excelente para rescatar los cambios que se van dando en la sociedad, por lo que el desarrollo del análisis siguiente es con base a una selección de 18 películas, de una lista de 46, condicionada por la posibilidad de acceder a las mismas viviendo en la ciudad de Guadalajara.
¿Desde dónde hablar?
El cine es una expresión artística que posé un lenguaje particular (espacio, tiempo y movimiento) con sus propios códigos de expresión, ciertas normas y principios básicos. Susana Velleggia (1986:9) afirma que “El cine es en primera instancia una propuesta para la interpretación de la realidad y para la inserción de los individuos en ella” .Explica que la forma en cómo se presentan los hechos al espectador, lo invitan a hacer un esfuerzo para interpretar dichos fenómenos y extraer de los mismos sus propias conclusiones, obligándolo a establecer una relación reflexiva e interactiva con su realidad. El cine, como un medio de comunicación social, está lejos de ser un actor neutro en la construcción social de la realidad.
Martín Serrano (1989: 44) afirma que la comunicación – en este caso estaríamos hablando de la comunicación generada por el cine como medio masivo de comunicación- establece una cierta consonancia entre el cambio del entorno y la transformación de las representaciones del mundo:
“La representación del mundo como las prácticas sociales de las personas son el resultado de conflictos subjetivos y objetivos, individuales y colectivos, que se suscitan entre las necesidades y los valores, entre los deseos y las limitaciones. La comunicación de masas puede activar esos conflictos; también pude esforzarse en canalizar el desenlace hacia un estado de conciencia o hacia una actuación inducidos por el emisor. Pero el emisor no puede asegurar con certeza cuál va a ser el resultado que su intervención comunicativa va a provocar sobre la conciencia o sobre los comportamientos del receptor” .
De esa manera, la realidad como construcción social, también está sujeta a la influencia del cine.
Toda película presenta alguna imagen de lo real: pueden ser acontecimientos históricos, fenómenos del mundo exterior, actividades humanas, ideas y opiniones de personas…, o en el caso que nos concierne, el travestismo, abordado como elemento principal o bien tratado en un plano secundario.
Si buscamos este término en el diccionario vemos que el origen del nombre es carnavalero. Mario Arnal, en una búsqueda etimológica de la palabra, afirma que La Espasa, anterior a esta catalogación (ed. de 1928), trae sólo el término travestido, da. Indica que viene del italiano travestito, y le asigna el significado de “disfrazado o encubierto con un traje que hace que se desconozca al sujeto que usa de él”. La Larousse añade a ese adjetivo un dato importante “Teatr. Papel que se encomienda a persona de sexo contrario al personaje que representa. (Era práctica frecuente en el teatro isabelino y lírico. Úsase también travestí.). El autor explica que el teatro extrajo estos recursos, tanto el de asumir la ropa del sexo contrario así como la personalidad (como caracterización y como símbolo), de los ritos fúnebres en que los vivos adquirían la personalidad y la personificación de los difuntos, para así hacerlos revivir. Añade, a demás, que ya desde Grecia y Roma se practicaba el travestismo en el teatro, debido a que estaba muy mal visto que las mujeres trabajasen en él, por lo que los papeles femeninos los hacían siempre hombres travestidos de mujer, que conseguían imitar muy bien no sólo el vestido, sino también la voz, el porte, etc.
La Microsoft Encarta 2004, define tanto travestido como travestir relacionado también con el disfraz. Pero definen el travestismo como “la orientación sexual, generalmente propia de homosexuales, consistente en buscar el placer vistiéndose con ropas del sexo contrario”. Esta definición ya abarca el campo de la sexualidad, entendiendo el travestismo como una expresión que conduce a una persona a vestir ropa del sexo opuesto por el motivo que sea.
De esta manera, cuando hablamos de travestismo, tanto en la vida real como en el cine, lo entendemos como “el uso de la vestimenta del otro sexo”. En este sentido, nos adentramos en una representación socialmente construida sobre un aspecto concreto de los roles de género, es decir “aquellas expectativas socialmente creadas sobre el comportamiento masculino y femenino. Son construcciones sociales y contienen conceptos de sí mismo, rasgos psicológicos y roles familiares, ocupacionales o políticos asignados de forma dicotómica a los miembros de cada sexo” (Del Valle y Sanz, 1991: 150).
Antecedentes del travestismo en el cine
Me pareció importante retomar la introducción que hace Paula Rodríguez en su investigación sobre “El travestismo masculino y femenino en el cine” (Rodríguez, 2002), para ayudar a aterrizar este escrito.
La autora plantea inicialmente toda una nomenclatura para el travestismo usado en el teatro y el cine a lo largo del tiempo. Así, explica que el recurso de la personificación del otro género sexual se les denominó en Francia, desde el siglo XVIII, “Homees protées” (actores que se especializaban en las representaciones femeninas), lo que equivaldría en el inglés a “famale impersonators”. En el caso de las mujeres que personifican a hombres se les denomina “male impersonators”. También, dentro de los estudios anglosajones, el travestismo usado en los filmes y obras teatrales es conocido como vestimenta cruzada o “cross-dressing (las mujeres se visten como hombres y ellos con ropas femeninas). Otra denominación es la de inversión de roles o “role reversing” (las actrices interpretan roles masculinos y ellos roles femeninos).
Rodríguez remonta los antecedentes del travestismo al teatro de music-hall. Afirma que desde el siglo XVII existieron en Francia, Gran Bretaña e Italia tanto travestís femeninos como masculinos. Para los hombres que actuaban en roles femeninos se suponía que la comicidad estaba asegurada. La autora relaciona esa jocosidad ante la parodia del comportamiento estereotipado de la mujer u hombre afeminado: la forma de hablar, de caminar contorneándose, la ingenuidad, etc. Asegura que l os espectadores no confundían la identidad de género del actor o de la actriz, esperaban ver la destreza de éstos en sus caracterizaciones de otro género sexual. En cambio hace una diferencia con el cine. Explica que la confusión es el eje central en los relatos fílmicos que explotan la inversión de roles sexuales y la vestimenta cruzada, y las audiencias parecen deleitarse con ella. También especifica que las películas con personajes travestidos tienden a explicitar un proceso de naturalización.
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