Mirna es una mujer madura, alegre, desenvuelta, dispuesta a ayudar a sus
amigas, especialmente aquellas que como ella no nacieron con un cuerpo
femenino, pero que con ingenio, un poco de hule espuma y maquillaje
logran construir una imagen femenina.
Una vez que Mirna se ha reunido y platicado con sus amigas por unas
horas, retorna a su hogar, donde con amor le esperan una esposa y un
hijo adolescente, personajes centrales en su vida.
Mirna es sólo un ejemplo de los hombres heterosexuales que se travisten,
que consideran que su travestismo no le hace daño a nadie y que al
permitirse ejercer esta personalidad femenina tiene una vida más plena y
puede ayudar a la felicidad suya y de quienes le rodean.
La vida de muchos hombres travestis heterosexuales es negada por la
mayoría de la población que siempre los consideran homosexuales. Por ese
prejuicio social, muchos de ellos creían al principio que eran los
únicos hombres con la afición de vestirse de mujer.
En realidad, el travestismo es sólo una expresión comportamental de la
sexualidad, como tantas otras, que consiste en el gusto por usar prendas
y/o tener manierismos que nuestra cultura considera propios del género
femenino.
Son hombres que sufrieron por tener que conseguir en secreto las prendas
que les permitieron satisfacer su gusto, con el temor de ser castigados
si eran descubiertos tanto su afición como los robos de ropa a las
mujeres que les rodeaban y que también eran modelos acerca de cómo
vestir y comportarse.
En su mayoría, estos hombres descubrieron esta afición cuando tenían
entre 5 y 10 años de edad. Uno de ellos lo descubrió cuando se puso las
zapatillas de su mamá, otro cuando se puso las pantaletas de su hermana y
uno más cuando, jugando con su novia o esposa, le pidió ponerse sus
prendas.
En esos momentos, todos ellos sintieron una descarga de adrenalina, una
apertura de las pupilas y unas mariposas en el estómago que hasta hoy
los acompaña en los momentos en que tocan una prenda femenina y se
engolosinan con ella.
Al llegar a la pubertad se sintieron muy confundidos, porque el entorno
social les había enseñado que quienes visten de mujer lo hacen para
atraer a hombres y desean ser amados por ellos.
Sin embargo, en su caso no es así, porque además de lo excitante que les
resulta el uso de ropa femenina, sexualmente les gratifican las mujeres
y no se sienten atraídos por los hombres.
El travestismo no es un problema en sí mismo. Lo que lo convierte en un
tema de la psicoterapia son las dificultades del hombre travesti para
enfrentar un ambiente social hostil a esta expresión humana.
IMESEX
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