Ellas ofrecen la
versión opuesta del tradicional show de hombres vestidos de mujer (drag
queens). Las mujeres que imitan a los hombres permiten descubrir una
mirada poco conocida sobre el género y la sexualidad. Estos tres
retratos invitan a sumergirse en su mundo.
Por Paula Ricciulli fotografía: Mauro Raigoza
Parece que el mundo no acepta
géneros intermedios: o femenino o masculino. Cada uno de los roles que
desempeñamos a diario está relacionado con una etiqueta: hombre o mujer.
Pero ¿qué tal si pudiéramos meternos en los zapatos del otro sexo por
algunas horas?
Eso es lo que hacen los
transformistas. Si las drag queens se convierten en mujeres, los drag
kings se sumergen en el universo masculino, donde asumen actitudes y
comportamientos propios de los hombres.
Al igual que con sus contrapartes
más conocidas, los drag kings personifican a celebridades y hacen
lip-sync (doblaje) de sus canciones. En Estados Unidos, no son pocos los
drag kings que imitan a Elvis Presley, Michael Jackson o Justin
Timberlake. En Colombia, Chayanne, Ricky Martin, Emanuel y Vicente
Fernández son algunos de los íconos latinos más imitados.
Aunque existen diferencias,
dependiendo del personaje que se quiera interpretar y de las
características físicas de la mujer, el proceso de transformación
incluye, por lo general, los mismos pasos: fajarse los senos (algunas lo
hacen con cinta de enmascarar, otras con telas especiales para que no
sobresalgan), y pegarse una barba postiza o pintarse bigote o patillas.
Para simular el “paquete”, algunos drags se rellenan las partes bajas
con vibradores, medias o incluso frutas.
Después del vestuario y el
maquillaje, viene el reto de transformarse en un verdadero hombre:
asumir comportamientos y ademanes típicamente masculinos, desde rascarse
en ocasiones la entrepierna, hasta caracterizar la incapacidad de los
hombres de hacer varias cosas al mismo tiempo.
Aunque poco conocido en Colombia,
el drag king tiene historia. Si bien 1972 fue el año en el que se usó el
término por primera vez, sus antecedentes se remontan a la ópera y al
teatro del siglo XVIII. A finales del XIX y comienzos del XX,
actrices-cantantes como Anne Hindle, Vesta Tiley, Gladys Bentley y Ella
Shields se hicieron famosas por sus interpretaciones masculinas en
Estados Unidos e Inglaterra. La actriz alemana Marlene Dietrich, una de
las divas más reconocidas del cine, causó polémica en los años treinta
por sus múltiples apariciones vestida de hombre.
Desde mediados de los noventa, los
drag kings empezaron a ganar cierta popularidad gracias a personajes
como Murray Hill, comediante que se autoproclama “el hombre de mediana
edad más trabajador del entretenimiento”, y Leigh Crow, reconocida por
su personificación de Elvis con el nombre artístico Elvis Herselvis.
En el mundo de los drag kings
también es frecuente que la atención no esté centrada en una sola
persona, sino que haya varios personajes en escena. Los colectivos All
The Kings Men (Boston), Switch ´N Play (Nueva York), Between us Boys
(Salem) y Kings of Rome (Italia) son los más destacados en el ámbito
internacional.
Pero mientras las drag queens no
dejan de ganar espacio en la cultura pop, los drag kings se mantienen en
el underground, y es poca la gente que sabe de la existencia de esta
modalidad de transformismo. En Colombia, sus presentaciones se han
llevado a cabo en colegios, en eventos privados y de vez en cuando en
fiestas de lesbianas, pues en la mayoría de bares gay de Bogotá, según
algunos drags, no se comprende del todo de qué se tratan estos
espectáculos.
En el libro Masculinidad femenina,
Judith Halberstam explica que las miradas de la masculinidad desde lo
femenino han pasado inadvertidas a lo largo de la historia, en buena
medida porque los hombres prefieren que la masculinidad se mantenga
intacta a que se vea “contaminada” por otras maneras de “ser hombre”.
Por eso, que una mujer asuma el papel de un hombre es algo prohibido, un
acto transgresor con un claro mensaje político sobre la identidad
sexual.
A continuación, tres drag kings
dispuestos a romper con los estereotipos de género y a dejar a más de
uno preguntándose: “¿Este es un man o una vieja?”.
ANTOINE
“Me gusta ser macho alfa dominante por unas horas”
La primera vez que Judy Monroy se
transformó en hombre temblaba de los nervios. Hizo su barba con el
material de unas pantuflas en forma de gorila. Sudaba tanto que se me
cayó en medio del show, pero no me importó, hice como si nada y seguí.
Judy, que en el escenario recibe el
nombre de Antoine Toulouse- Lautrec, ha intentado llevar sus
presentaciones a bares y discotecas gay, pero dice que la mayoría de los
dueños de establecimientos LGBT no entienden su propuesta.
Muchos de los que van a las
presentaciones creen que soy un hombre doblando una canción de hombre y
piensan: “Qué pendejada”. Pero cuando me quito la barba y la faja de los
senos, la gente dice: “Ah, es que era una vieja”, y comprenden de qué
se trata.
Por eso sus presentaciones se
limitan a espacios donde el show se pone en contexto, como festivales
LGBT o talleres y eventos en barrios o colegios, los que realiza a
través de Yakojumo, una organización que aboga por los derechos de las
mujeres lesbianas, intersexuales, transgeneristas y bisexuales (LIBT).
Aunque en el fondo siempre supo que
era lesbiana, esta mamá de dos hijos de diez y quince años no asumió su
condición sino hasta hace apenas diez años, cuando conoció a Yazmín, su
actual pareja y con quien fundó Yakojumo.
Ocasionalmente, Yazmín hace shows drag con el nombre de Marco Mantobani.
- A veces me he transformado para
obras de teatro y otras actividades. Me gusta, pero no se me da tan
fácil la parte masculina –comenta Yasmín, que más que transformarse
prefiere ayudar a Judy con el vestuario y el maquillaje para sus
presentaciones.
Cuando Judy va a la peluquería,
pide que le guarden el pelo para luego cortarlo y, con él, diseñar su
barba. Yasmín es la encargada de cortarlo finamente para pegárselo
después sobre una línea de colbón que se dibuja en la cara con un pincel
delgado, según el personaje que vaya a interpretar, ya que varía de
acuerdo con el lugar en el que se presente. En barrios populares
personifica a un mariachi, pero en estratos más altos se inclina por
Ricky Martin, aunque uno de sus favoritos es el cantante mexicano
Emanuel.
Para Judy, el transformismo es una manera de desafiar las convenciones de género.
- No todo lo que sea azul es de
hombre ni todo lo rosadito es de mujer. Me gusta ser macho alfa
dominante por un par de horas. Me encanta confundir a la gente, que me
vean caminando y se pregunten si soy hombre o mujer.
SIMÓN
“Soy un hombre transbisexual”
A Nikita Dupuis (Simón en el
escenario) le parece aburrido no tener compañía en la tarima, razón por
la cual le gusta interactuar con el público durante sus shows. Con
frecuencia se acerca a los asistentes, coquetea con ellos o los invita a
bailar con ella.
- Hacer drag king para mí es algo
casi masturbatorio, así que busco que la gente se erotice conmigo. Lo
doy todo en el escenario, me la gozo.
Para esta bogotana, el drag king es
la oportunidad de hacer una parodia a la masculinidad y mostrar cómo
cuerpos no masculinos pueden asumirla y apropiarse de ella.
Nikita nació como mujer biológica,
pero ahora es un hombre transgénero. Desde hace un año toma hormonas
masculinas, pero no cada 21 días, como lo hace la mayoría de trans, sino
bimestralmente, lo que le ha permitido desarrollar ciertos rasgos de
hombre (como la voz más gruesa y vello facial), y conservar
características femeninas (los senos, por ejemplo).
- Mi apuesta consiste en ser un personaje andrógino, que no cuadra entre ninguno de los dos géneros.
Esa ambigüedad sexual se refleja en
sus shows, en los que termina arrancándose la camiseta, dejando al
descubierto su pecho fajado.
- Ahí, además, hago una declaración política. La faja también forma parte de mi cuerpo masculino, como una especie de cyborg.
Empezó imitando a Chayanne porque
quería interpretar a un artista que bailara. Observando los videos del
puertorriqueño, se aprendió los pasos de Provócame. También ha
personificado a Bono, cantando Desire.
- Me gusta escoger personajes muy sensuales.
Nikita, o Simón, se ha presentado
en algunas fiestas organizadas por colectivos de lesbianas, aunque
confiesa que “las lesbianas estrato seis me odian”, refiriéndose a un
show en Theatron en el que el público no se mostró receptivo a su
propuesta. Prefiere actuar en espacios populares, puesto que es allí
finalmente donde están las construcciones de masculinidad de la sociedad
colombiana. Hace poco se vistió de mariachi en una presentación en la
plaza de San Victorino, a la que asistieron habitantes de la calle y
prostitutas.
A los 28 años, este comunicador
social de la Universidad Jorge Tadeo Lozano, con experiencia en danza y
teatro, coordina el grupo Entre Tránsitos, que reúne a hombres
transgeneristas. Trabaja en el Instituto Distrital de Participación de
Acción Comunal, en la gerencia de mujer y género, y es vicepresidente de
la emisora online Radio Diversia, dirigida a la comunidad LGBTI, donde
conduce dos programas: Alterarte, con análisis político de actualidad, y
Crucetas Night, un espacio irreverente donde se burla del prototipo de
lesbiana glamorosa, típica en programas como The L World.
- La lesbiana machorra, con pelos
en las axilas, que invita a su novia a ver fútbol y tomar cerveza,
también existe, pero nunca la vemos en televisión.
SERGUÉI LTDA.
''Tengo una identidad dislocada''
Cruzar a partir del arte las
fronteras tanto masculinas como femeninas es el objetivo de Andrea
Barragán, de 26 años. Con el transformismo, esta artista visual de la
Javeriana busca confundir al espectador, al mezclar en su aspecto
elementos de hombre y de mujer.
Serguéi Ltda. es el nombre de su
personaje. Por medio de carteles, videos y otras técnicas, atraviesa los
límites que distinguen a hombres y mujeres. Ironiza y parodia el
machismo, usando frases como “Dicen que el hombre no es hombre mientras
no oiga su nombre de labios de una mujer”, que imprime en calendarios
con su foto, al mejor estilo de los que se encuentran frecuentemente en
las panaderías o talleres de mecánica con mujeres voluptuosas y
semidesnudas.
Las pinzas, que la mayoría de las
mujeres usa para remover el vello facial, Andrea las emplea para
pegarse, una por una, a manera de barba, lentejuelas en la cara. Todo su
proceso de transformación está documentado, paso a paso, en su obra
Como Serguéi Ltda., una mezcla entre cómic e instructivo que se burla
tanto de los hombres como de las mujeres.
A diferencia de muchos drag kings,
Serguéi Ltda. rara vez imita a celebridades. Su interés es crear un ser
en el que convivan ambos sexos. El transformismo también le permite
romper con la definición de identidad como “ser sólo uno”, pues en ella
habitan muchos personajes. De ahí que asegure tener una “identidad
dislocada”.
- Yo, por ejemplo, tengo la voz
gruesa, el pelo corto, uso ropa relativamente ancha, no me pongo tacones
ni falda, y utilizo un solo arete. Soy mujer biológica, pero con
frecuencia en la calle se refieren a mí como hombre. En una tienda me
pueden preguntar, por ejemplo:
“¿Quiere llevar algo más, señor?”.
Aunque nací como mujer, no me siento identificada con lo que se le ha
impuesto al género: la presión y el afán por casarse, parir un hijo o
tener relaciones sexuales con un hombre.
Como drag king busca sentar una
posición política y artística. En sus videos -performances y esporádicas
presentaciones en bares gay, disponibles en Youtube- dobla canciones
interpretadas por mujeres, particularmente de Chavela Vargas (cantante
lesbiana de música popular), mientras está personificada como un hombre.
La ambigüedad también se manifiesta en las canciones que escoge, como
Cuéntale a ella, de Helenita Vargas, o Escándalo, de Javier Solís. En el
contexto gay, esta última canción lleva implícito un mensaje sobre el
amor entre homosexuales.
Es un escándalo dicen y hasta me
maldicen por darte mi amor, no hagas caso de la gente, sigue la
corriente y quiéreme más, con eso tengo bastante, vamos adelante sin ver
qué dirán.
Andrea es feminista y activista. Su
sexualidad ambigua ha ocasionado que en la calle le griten cosas como
“¡Le falta la antena!”. Pero no la necesita. Identificarse con
cualquiera de los dos sexos es el último de sus intereses.
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