23.08.2016
“Hace tiempo que superé el miedo de poner un pie en la calle. Por las miradas de desprecio en la cola del súper. Los comentarios que me dedican tantos machos a la espalda. Risas provocadoras al cruzar la esquina de mi calle o los gritos de ‘maricón’ que flotan en el aire”. Así comienza el valiente texto de la artista Dani Curbelo para la serie ‘TEXTOSterona’ que ‘El Asombrario’ está ofreciendo este mes de agosto.
Por DANI CURBELO
Hace tiempo que superé el miedo de poner un pie en la calle.
Por las miradas de desprecio en la cola del súper. Los comentarios
que me dedican tantos machos a la espalda. Risas provocadoras al cruzar
la esquina de mi calle o los gritos de “maricón” que flotan en el aire
cuando el coche pasó a más de sesenta. Y tantas cosas más desagradables.
Sé que no soy culpable de sufrir esos mecanismos de odio. No soy
culpable de ser y vivir discordante a las normas hegemónicas que
establece esta dictadura de la genitalidad. Un sistema opresor que nos
obliga a cumplir cientos de dictámenes con tal de gozar un mínimo de
bienestar social. Porque ser “normal” nos asigna privilegios. Y quienes
no queremos serlo nos convertimos en la personificación más grave del
peligro y la amenaza contra el dominio subyacente de nuestra cultura
patriarcal, la cual reduce la diversidad y multiplicidad humana
estableciendo como válidas dos únicas categorías: “Hombre” o “Mujer”. De
este modo es mucho más fácil instaurar una abusiva jerarquía entre
ambas.
Cualquier tipo de pluralidad sólo se plantea desde el entendimiento
como pecado, delito y/o enfermedad. Se nos trata como “terroristas”
porque nuestros sentimientos y circunstancias desobedecen los mandatos
del género.
Y por supuesto, se nos cuestiona sin consideración.
Toda identidad no binómica, contraria a las construcciones sólidas y
eternas que nos han impuesto y que a su vez sea capaz de contemplar la
libertad de fluir sin reparo por una extensa variedad de expresiones y
géneros, atenta directamente contra la normatividad.
Yo he rechazado tajantemente ser, relacionarme y actuar conforme a la
categoría que se me impuso al nacer en base a mis genitales. A cada
paso manifiesto, transmito y sostengo que no soy “Hombre”. Pero tampoco
me identifico como “Mujer”. No quiero adoptar lo opuesto por un mero
hecho de reduccionismo.
Para muchas personas soy un maricón demasiado afeminado. Para otras
soy una mujer transexual que todavía no se ha decidido a “dar el paso”.
¿Dar el paso hacia dónde? Plantear y cuestionar el transgenerismo como una etapa temporal antes de tomar una decisión, una fase de indecisión o incluso un fenómeno trending topic es otro ejemplo más de lo interiorizada que tiene la sociedad el planteamiento binario sobre las identidades.
Lo que soy no es fruto del titubeo ni de la cobardía.
¿No es valiente el hecho de romper constantemente con los muros de la
normalidad que nos encierran y oprimen? ¿No es digno de admirar el
salir a la calle aun siendo víctimas de todo el peso de un sistema que
nos recuerda a diario que somos personas “enfermas” y “confundidas”?
Debemos entender que “identidad” y “cuerpo” son conceptos independientes.
¿Acaso una mujer a la que le han extirpado el útero o un pecho por un
cáncer deja de ser “mujer”? Y si un hombre pasa por una penectomía,
¿qué o quiénes cuándo sale del quirófano?
Yo amo mi cuerpo. Me siento muy a gusto en él. Tengo pene y
testículos, pero no soy un hombre. Y me niego a recurrir a la cirugía
para cortar ese trozo de carne arrugada porque poseerlo me otorga
inevitablemente una categoría con la que no estoy conforme.
Mi cuerpo y mi identidad no están mal, la sociedad sí lo está.
Yo quiero ser como me siento, anhelando explorar los territorios
prohibidos para el discurso normativo. Deseo construirme no en base a
las exigencias de esta sociedad, sino en relación a las apetencias e
inclinaciones que experimente con el transcurso de mi vida.
Por esta razón exijo respeto.
No sólo para mí. Exijo respeto para todas las personas que considero
compañeras. Para las que están y las que no. Para las víctimas de este
régimen opresor que cada día tiene cientos de asesinatos, suicidios y
casos de violencia y discriminación contra la comunidad Trans.
Resistimos porque sabemos que, ante todo, somos personas con los mismos derechos que cualquiera.
Y nada nos va a frenar hasta que acabemos con esta dictadura de la genitalidad.
***
Dani Curbelo es una artista residente en
Tenerife que trabaja desde la transgeneridad, centrando gran parte de su
obra y discurso en torno a la opresión y enajenación de los cuerpos no
normativos, al mismo tiempo que aboga por la auto-determinación de las
identidades trans.Link al texto original: http://elasombrario.com/manifiesto-trans-terrorista/
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