Sitio creado para las personas que les gusta usar ropa del sexo opuesto y que mantienen una relación heterosexual.
sábado, 30 de junio de 2012
miércoles, 27 de junio de 2012
La feminización de los cuerpos a través de la indumentaria
Un rastreo por la historia de la moda posibilita vislumbrar cómo la indumentaria se ha consolidado como un complemento de la matriz hetero-normativa para establecer las diferencias identitarias binarias entre los géneros femeninos y masculinos (Zambrini, 2010). Por otra parte, los modos de vestir no sólo han intervenido en la naturalización de las distinciones de género, sino que además contribuyeron en la construcción de la distinción de clase social. Por lo tanto, pensar en las actuaciones/performances de género, también supone incorporar las actuaciones/performances de clase social. Es decir, que categorías tales como género y clase deben ser analizadas en su puesta en diálogo y de manera interseccional (Davis, ([1981] 2004).
Trayectorias travestis en Argentina
Por otra parte, en los últimos años los debates sobre la localización geográfica de las zonas rojas en la ciudad de Buenos Aires, conducen a pensar esos espacios sociales - no sólo como espacios propicios para el trabajo sexual - sino como zonas de exclusión que suponen la regulación de políticas identitarias y la confinación a la marginalidad de los sectores populares.
Aquí, voy exponer un breve análisis de algunos relatos de un grupo de travestis residentes en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, respecto a sus presentaciones corporales en el espacio público, y la indumentaria(1) utilizada. A grandes rasgos, me propuse pensar junto a las entrevistadas, en la presentación corporal enfatizando en la relación cuerpo-vestir, desde una perspectiva de género. El cuestionamiento del pensamiento binario en términos de género y la conformación de una identidad social diferenciada en términos de clase, emergieron en los discursos y las observaciones analizadas. Sin embargo, también emergieron las contradicciones propias del sentido común (Schutz, 1972) cristalizadas por ejemplo, en valores de índole tradicionales en torno a los roles de género. La tensión entre la producción y la reproducción de sentido (Bourdieu, 1998) encontraba en la estética travesti un lugar privilegiado para expresarse (Silva, 1993; Benedetti, 2002 y Kulick, 2008 y Denizart, 1997).
La concepción de lo femenino surge a partir de una interpretación propia a la vez que se va conformando y performando colectivamente junto al grupo de pares con los que generalmente se comparten las condiciones de existencia. La estética y los gustos respecto de cómo vestirse y adornar los cuerpos están atravesados por ello. Boltanski (1975) sostiene que los miembros de un mismo grupo comparten un sistema de normas (no explicitadas) que organizan las relaciones que los individuos de ese grupo social tienen respecto a su propio cuerpo. Así se consolida y unifica una cultura somática que posiciona a los individuos en la jerarquía social a partir de las diferencias entre sus cuerpos. Tal como ilustra una informante en sus palabras:
E: ¿Qué es lo femenino para vos? I: Femenino es aquello que tiene que ver con la delicadeza… con el cuidado… lo suave… con lo blanco. E: ¿Y lo masculino? I: Lo fuerte... lo rudo... un color diría lo negro... lo oscuro. E: ¿Y lo travesti? I: Una mezcla de lo suave... lo delicado... lo tierno... dulce... con fortaleza... con fuerza... lo sexy. Considero que es una alícuota que tenemos que tener las travestis... no existe una travesti común... hay millones de mujeres comunes. E: ¿Cómo sería una mujer común? I: Que no se preocupa por cómo se ve físicamente... o sí... pero no es prioritario en su vida... puede cultivar otras cosas (Luz, 25 años).
E: ¿La travesti decís que tiene algo extra?, ¿cómo es eso I: Claro, porque nosotras nacemos en un cuerpo de hombre... una estructura de hombre... aunque a veces nos pasamos para el grotesco... la mayoría de las travestis, tenés o la modelito o la vedette... Las chicas que van todo el tiempo a la facultad no tienen tiempo para su cuerpo; en cambio eso no le pasa a una travesti. E: ¿Por qué? I: Porque nosotras tenemos que pelear por esta cosa física... Me parece que la mujer es más mente y la travesti más cuerpo. E: O sea que para vos lo físico es fundamental... ¿si fuera un porcentaje en tu vida, cuánto dirías? I: Un 60%... noooo... miento... más de un 70%, estoy todo el tiempo mirándome... Estoy acá hablando con vos y pensando por dentro que no me depilé; que me voy a bailar tango y tengo que usar medias y queda feo... Una mujer también pensaría lo mismo pero... lo pensaría, pero diría: “De última, me pongo un jean”. Yo quiero ir en pollerita porque me parece más sensual... muestro mis piernas porque tengo piernas contorneadas... largas... lindas. E: Vos por lo que me decís, sentís que en una travesti es peor, por ejemplo, que no se depile, ¿peor que si le pasara a una mujer? I: Una mujer, si no se depila, el hombre va a pensar: “¡Qué sucia!”... pero claro, yo siento que soy desagradable si no me arreglo... digo... ya que sos travesti... cuidate... tenés que ser agradable a la vista. E: ¿Vos decís que hay más presión sobre las travestis en relación a la estética? I: Sí… porque no se acepta a la travesti... no como parte de la sociedad... Entonces, ya que sos travesti por lo menos sé agradable (Luz, 25 años).
Bibliografía consultada
Auyero, Javier (Comp.) (1999). Caja de Herramientas. El lugar de la cultura en la sociología norteamericana. Buenos Aires: UNQ.
Benedetti, Marco (2000). Toda Feita: o corpo e o gênero das travestis. Porto Alegre: Programa de Pós-Graduação em Antropologia Social, Universidade Federal do Rio Grande do Sul. (Dissertação de Mestrado).
Berkins, Lohana y Fernández, Josefina (2005). La gesta del nombre propio. Informe sobre la situación de la comunidad travesti en la Argentina. Buenos Aires: Ediciones Madres de Plaza de Mayo.
Boltanski, Luc (1975). Los usos sociales del cuerpo. Buenos Aires: Periferia.
Bourdieu, Pierre (1998). La distinción. Madrid: Taurus.
Butler, Judith (2001). El género en disputa. El feminismo y la subversión de la identidad. Buenos Aires: Paidós. Butler, Judith (2004). Deshacer el género. Buenos Aires: Paidós. Davis, Ángela ([1981] 2004). Mujeres, raza y clase. Madrid: Akal.
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Goffman, Irving ([1963] 2003). Estigma. La identidad deteriorada. Madrid: Amorrortu.
Goffman, Irving ([1959] 2004). La presentación de la persona en la vida cotidiana. Madrid: Amorrortu.
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Wilson (1985). Adorned in dreams: Fashion and modernity. Londres: Virago.
Zambrini, Laura (2008). “Cuerpos, indumentarias y expresiones de género: el caso de las travestis de la Ciudad de Buenos Aires”. En Pecheny, Mario; Figari, Carlos y Jones, Daniel (Comp.). Todo sexo es político. Estudios sobre sexualidades en Argentina. Buenos Aires: libros del Zorzal.
Zambrini, Laura (2010). “Modos de vestir e identidades de género: reflexiones sobre las marcas culturales sobre el cuerpo”. En Revista de Estudios de Género Nomadías Nro. 1 Santiago de Chile: Universidad Nacional de Chile.
Notas:
(1) Algunas conclusiones parciales arribadas desde esta óptica de análisis fueron publicadas en Zambrini, Laura (2008). “Cuerpos, indumentarias y expresiones de género: El caso de las travestis de la Ciudad de Buenos Aires“. En Todo sexo es político. Estudios sobre sexualidades en Argentina. Grupo de Estudios de Sexualidades (GES-IIGG-UBA). Buenos Aires, Editorial El Zorzal.
Sobre la autora:
Laura Zambrini es Licenciada en Sociología por la Universidad de Buenos Aires. Es Docente Adjunta en la Materia de Sociología, orientada al diseño de Indumentaria y Textil en la Facultad de Arquitectura, Diseño y Urbanismo (FADU-UBA). Cursa el doctorado en Ciencias Sociales en la Universidad de Buenos Aires. Es becaria doctoral del CONICET desde el año 2006. Pertenece al Grupo de Estudios sobre Sexualidades (GES) del Área de Salud del Instituto Gino Germani. Investiga temas relacionados a la Sociología del vestir, del cuerpo e identidades de género.
El deseo de algunos hombres de vestir las bonitas y delicadas prendas de las mujeres no es un problema exclusivo de nuestra cultura ni de nuestra época
El deseo de algunos hombres de
vestir las bonitas y delicadas prendas de las mujeres no es un problema
exclusivo de nuestra cultura ni de nuestra época. Es un fenómeno que se
ha presentado desde la antigüedad hasta el presente y ha tenido adeptos
en todas las culturas y formas de vida. En numerosas sociedades
primitivas, el varón que decide abandonar su papel masculino para vivir
su vida de una manera femenina es considerado muy favorablemente como
persona sabia y de extraordinarios poderes. En Japón, los célebres
actores del teatro Kabuki que se especializan en la representación de
los personajes femeninos, son entrenados desde su más tierna infancia y,
con frecuencia, viven como mujeres para conservar la “sensibilidad” que
exige su actuación. Y los japoneses lo consideran perfectamente normal.
En cambio, en nuestras culturas occidentales, la sociedad adopta los siguientes postulados falsamente lógicos: 1) Todos los homosexuales son afeminados (en realidad sólo algunos lo son); 2) La homosexualidad es inmoral y mala, por lo tanto, 3) CUALQUIER macho que se incline por objetos femeninos es probablemente homosexual, inmoral y malo. Puesto que tanto las premisas básicas, como la conclusión son falsas, se ha hecho mucho daño a mucha gente como consecuencia de esta clase de razonamientos.
En la actualidad se consideran por lo menos cinco diferentes maneras por las que los travestirse diferencias de los homosexuales: 1) El travestismo es la expresión de una personalidad estrictamente individual, mientras que la actividad homosexual requiere de dos personas. Por lo tanto, los homosexuales tienen que revelar sus inclinaciones, mientras que los travestis no, de modo que pueden mantener secretas sus actividades.
2) En la práctica, ningún travesti aconsejará, inducirá o influirá para que otra persona adopte el travestismo. Conoce el oneroso precio a pagar y lo ha padecido lo suficiente como para deseárselo a otra persona. En cambio, la mayor parte de los homosexuales no
duda en indoctrinar e iniciar a otras personas en sus prácticas.
3) La persona homosexual todo el tiempo es como es, de día y de noche, su personalidad se mantiene constante. Un travesti, en cambio, alterna sus personalidades: como varón, es masculino y se comporta como tal; pero su otra personalidad es femenina y, como tal, en gran media olvida su vida como hombre. 4) Muchos homosexuales, aunque de ninguna manera la totalidad, adquieren modales de alguna forma afeminados (incluso durante sus actividades de tipo masculino); ésto les resulta necesario puesto que ellos, en efecto, están asumiendo por completo el papel femenino. En cambio, el travesti, nunca muestra un comportamiento femenino durante sus actividades como varón. No lo necesita ni lo intenta. El travesti, de hecho, vive dos personalidades.
5) Hay que considerar también el aspecto motivacional. El travesti adopta un
atuendo femenino como expresión de su personalidad interna; mientras que el homosexual de los llamados “locas” lo hace para provocar un efecto externo, o sea, para atraer a otros machos con propósitos sexuales y para reducir la culpabilidad de ambos.
Estos cinco factores de diferencia son mucho más importantes para distinguir estas dos formas de comportamiento que la similaridad única que pueda haber entre ellas, es decir, que algunos (de ninguna manera todos) homosexuales también se inclinan por la adopción del vestido femenino.
Nunca insistiremos demasiado en la importancia de distinguir claramente al homosexual el travesti, quien es un varón heterosexual cuyo objeto afectivo es la mujer. Si bien esta es una distinción básica, no siempre resulta perceptible para un observador externo. Sin embargo, las estadísticas demuestran, en el Informe Kinsey, una proporción de incidencia de conductas homosexuales relativamente menor entre los travestis que la que se manifiesta con respecto a la población general. ¿Cuáles son las causas de esta necesidad? Se sugieren varios posibilidades. Los motivos que con mayor frecuencia aparecen en la literatura médica incluyen los siguientes:
a) por la conducta de los padres que, habiendo deseado tener una niña, crían como tal a su hijo varón.
b) por ataviar a un chico con vestidos femeninos y bucles hasta una edad avanzada; c) por obligar a un muchacho a vestir ropa de niña como castigo
d) por ausencia de una figura paterna adecuada a la cual emular, o, por último,
e) porque un padre, cuya excesiva exigencia de manifestaciones de masculinidad por parte de un hijo con tendencias intelectuales, sensitivas o artísticas, empuje a éste a buscar refugio en una feminidad que lo hace sentirse más seguro.
Sin embargo, puesto que, por una parte, no todos los chicos que han vivido esas experiencias se vuelven transgenéricos ni, por otra, todos los travestis las incluyen en sus biografías, podemos inferir que hay otras y más profundas razones para el travestismo. Plantearemos brevemente algunos de estos factores diferentes.
A) La necesidad de adquirir las cualidades y experiencias de lo bello: el hombre moderno idealiza a las mujeres y las hace depositarias de todo aquello que es bueno, verdadero y deseable. Las chicas, como dicen las canciones infantiles, están hechas de miel, de especias y de todo lo que es agradable. Algunos varones sienten el deseo de tener una idea semejante de ellos mismos y que los demás los consideren de la misma manera que ellos consideran a las mujeres. Estas “ventajas” y “cualidades” no pueden ser expresadas vestidos con un atuendo masculino porque estarían fuera de lugar; pero, en cambio, con ropas femeninas resultan perfectamente naturales. Vestidos de mujer, son capaces de experimentar lo bello y de gozar de las satisfacciones que proporciona y, así, identificarse con el objeto de su amor: la mujer.
B) La necesidad de acicalarse y de expresar su personalidad: En la mayor parte de las especies, el macho es más bello que la hembra. Así sucedía también con el ser humano en la antigüedad; pero nuestra cultura contemporánea coarta severamente la expresión de este natural deseo por parte de los hombres. La ropa masculina suele ser oscura, pesada, tosca e insulsa. Es casi un uniforme, ya que hay poco margen de variación para diferenciarse de la muchedumbre por medio del color, el corte o el estilo. Así pues, algunos varones descubren que pueden satisfacer sus deseos naturales al ingresar en el universo femenino del color, las telas, el estampado y el diseño.
C) Relajamiento de las exigencias de la masculinidad: No todos los hombres están psicológica o espiritualmente capacitados o interesados en comportarse con la agresividad, prepotencia o poderío, ni a exhibir otras características semejantes o bien a manifestarlas a los niveles que la sociedad considera adecuados para el ideal masculino. Socialmente se espera que un varón haga determinadas cosas y sea de determinado modo, pero muchos hombres no quieren hacer eso ni ser así. Muchos aspectos de la personalidad masculina están forjados por la necesidad de tener éxito, de conseguir un ascenso, de cerrar un negocio, de impresionar a sus superiores, etc. Pero muchos no consiguen relajarse realmente y ser como verdaderamente quieren ser en su interior. La eventual sustitución de lo masculino por lo femenino proporciona la travesti un descanso de tales exigencias puesto que el papel de la mujer es idealmente pasivo, condescendiente, complaciente. No hay relajación comparable a la de transformarse en otra persona, particularmente si es del género opuesto. El golf, el boliche, la cacería, el bridge, etc., todas aquellas actividades que los caballeros emprenden con el propósito de relajarse, son incomparablemente inferiores al total abandono del propio ser cotidiano para convertirse en otro sumamente distinto. Esto no significa que el ser íntegro y completo del travesti sea totalmente femenino, sino más bien que es incapaz de manifestar la totalidad de su ser verdadero portando ropas masculinas debido a las exigencias y limitaciones que la sociedad impone al hombre y que, en cambio, el atavío femenino le proporciona un medio de expresión de esos aspectos reprimidos de su personalidad.
D) Alivio de las expectativas sociales: Cada uno evoluciona hasta convertirse en un cierto tipo de persona que manifiesta determinadas características. Son los demás quienes orientan nuestra formación en tales términos. Es por ello que siempre nos sentimos obligados a “estar a la altura” de la imagen desarrollada por nosotros mismos de nosotros mismos. Es igualmente cierto que, de vez en cuando, esté fenómeno se debilita y entonces desearíamos “ser” otra persona, con una diferente configuración de sus expectativas. La mayor parte de la gente es incapaz de alejarse de sí misma; el transgenérico es capaz de hacerlo por la vía de su ser femenino.
Estos cuatro factores están presentes en algún grado en todos los hombres, aunque su presencia no pueda ser demostrada. Por lo general, quienes descubren estos factores lo hacen durante su adolescencia; pero, a veces, no es sino hasta la madurez, con motivo de alguna situación carnavalesca, de una parodia de boda o de alguna otra circunstancia festiva semejante, cuando se encuentra el pretexto para acicalarse con galas femeninas. En tales casos, si la persona es de naturaleza sensitiva y sus tendencias se encuentra próximas de la superficie de su personalidad, percibirá por primera vez su naturaleza y comprobará las satisfacciones que puede esperar de tal conducta. A partir de entonces,
deseará repetir la experiencia y volver a disfrutar de la satisfacción que le proporciona:
se convertirá en travesti, aunque tenga que mantener secreta su tendencia debido a que también le provoca sentimientos de culpabilidad y de miedo. ¿Qué nos dice la medicina acerca de este fenómeno? Probablemente basten tres citas para ilustrar sus criterios actuales al respecto.
El Dr. Alfred Eyres (en Dis. Nerv. Syst., No.21, p.50, de Enero de 1960) declara: “Una
terapia efectiva, ya de por sí ardua y difícil para tratar cualquier desorden de la personalidad, en este caso [del travestismo] resulta prácticamente imposible. Lo indicado, sin duda, es un enfoque terapéutico que alivie los síntomas, las tensiones y las incomodidades, que estimule una mejor adaptación”. Resulta evidente que la comprensión es la base sobre la cual se puede sustentar la adaptación; comprensión tanto por parte del propio travesti, como por la de aquellos que lo rodean. Los Dres. Bowman y Engle (Amer. Jour. Psych., No.113, p.581, 1957) afirman: “Es generalmente aceptado que toda clase de psicoterapias son ineficaces [para tratar el travestismo]. Por lo tanto, hasta el momento no se ha reportado ningún caso de tratamiento exitoso.”
Los Dres. Walker y Fletcher, en el libro “Sex and Society” (Pelikan Books) manifiestan: “Cuando los doctores apenas son capaces de hacer tan poco por sus pacientes como nosotros, médicos, podemos hacer en el caso del travestismo, tal vez sería mejor para que invirtiéramos nuestros esfuerzos en otra dirección. En lugar de tratar a los propios pacientes, tal vez sería mejor tratar a la sociedad que hace tan difícil la vida de estas infortunadas personas”. Con estos criterios en mente, observemos la actitud de la sociedad.
En cambio, en nuestras culturas occidentales, la sociedad adopta los siguientes postulados falsamente lógicos: 1) Todos los homosexuales son afeminados (en realidad sólo algunos lo son); 2) La homosexualidad es inmoral y mala, por lo tanto, 3) CUALQUIER macho que se incline por objetos femeninos es probablemente homosexual, inmoral y malo. Puesto que tanto las premisas básicas, como la conclusión son falsas, se ha hecho mucho daño a mucha gente como consecuencia de esta clase de razonamientos.
En la actualidad se consideran por lo menos cinco diferentes maneras por las que los travestirse diferencias de los homosexuales: 1) El travestismo es la expresión de una personalidad estrictamente individual, mientras que la actividad homosexual requiere de dos personas. Por lo tanto, los homosexuales tienen que revelar sus inclinaciones, mientras que los travestis no, de modo que pueden mantener secretas sus actividades.
2) En la práctica, ningún travesti aconsejará, inducirá o influirá para que otra persona adopte el travestismo. Conoce el oneroso precio a pagar y lo ha padecido lo suficiente como para deseárselo a otra persona. En cambio, la mayor parte de los homosexuales no
duda en indoctrinar e iniciar a otras personas en sus prácticas.
3) La persona homosexual todo el tiempo es como es, de día y de noche, su personalidad se mantiene constante. Un travesti, en cambio, alterna sus personalidades: como varón, es masculino y se comporta como tal; pero su otra personalidad es femenina y, como tal, en gran media olvida su vida como hombre. 4) Muchos homosexuales, aunque de ninguna manera la totalidad, adquieren modales de alguna forma afeminados (incluso durante sus actividades de tipo masculino); ésto les resulta necesario puesto que ellos, en efecto, están asumiendo por completo el papel femenino. En cambio, el travesti, nunca muestra un comportamiento femenino durante sus actividades como varón. No lo necesita ni lo intenta. El travesti, de hecho, vive dos personalidades.
5) Hay que considerar también el aspecto motivacional. El travesti adopta un
atuendo femenino como expresión de su personalidad interna; mientras que el homosexual de los llamados “locas” lo hace para provocar un efecto externo, o sea, para atraer a otros machos con propósitos sexuales y para reducir la culpabilidad de ambos.
Estos cinco factores de diferencia son mucho más importantes para distinguir estas dos formas de comportamiento que la similaridad única que pueda haber entre ellas, es decir, que algunos (de ninguna manera todos) homosexuales también se inclinan por la adopción del vestido femenino.
Nunca insistiremos demasiado en la importancia de distinguir claramente al homosexual el travesti, quien es un varón heterosexual cuyo objeto afectivo es la mujer. Si bien esta es una distinción básica, no siempre resulta perceptible para un observador externo. Sin embargo, las estadísticas demuestran, en el Informe Kinsey, una proporción de incidencia de conductas homosexuales relativamente menor entre los travestis que la que se manifiesta con respecto a la población general. ¿Cuáles son las causas de esta necesidad? Se sugieren varios posibilidades. Los motivos que con mayor frecuencia aparecen en la literatura médica incluyen los siguientes:
a) por la conducta de los padres que, habiendo deseado tener una niña, crían como tal a su hijo varón.
b) por ataviar a un chico con vestidos femeninos y bucles hasta una edad avanzada; c) por obligar a un muchacho a vestir ropa de niña como castigo
d) por ausencia de una figura paterna adecuada a la cual emular, o, por último,
e) porque un padre, cuya excesiva exigencia de manifestaciones de masculinidad por parte de un hijo con tendencias intelectuales, sensitivas o artísticas, empuje a éste a buscar refugio en una feminidad que lo hace sentirse más seguro.
Sin embargo, puesto que, por una parte, no todos los chicos que han vivido esas experiencias se vuelven transgenéricos ni, por otra, todos los travestis las incluyen en sus biografías, podemos inferir que hay otras y más profundas razones para el travestismo. Plantearemos brevemente algunos de estos factores diferentes.
A) La necesidad de adquirir las cualidades y experiencias de lo bello: el hombre moderno idealiza a las mujeres y las hace depositarias de todo aquello que es bueno, verdadero y deseable. Las chicas, como dicen las canciones infantiles, están hechas de miel, de especias y de todo lo que es agradable. Algunos varones sienten el deseo de tener una idea semejante de ellos mismos y que los demás los consideren de la misma manera que ellos consideran a las mujeres. Estas “ventajas” y “cualidades” no pueden ser expresadas vestidos con un atuendo masculino porque estarían fuera de lugar; pero, en cambio, con ropas femeninas resultan perfectamente naturales. Vestidos de mujer, son capaces de experimentar lo bello y de gozar de las satisfacciones que proporciona y, así, identificarse con el objeto de su amor: la mujer.
B) La necesidad de acicalarse y de expresar su personalidad: En la mayor parte de las especies, el macho es más bello que la hembra. Así sucedía también con el ser humano en la antigüedad; pero nuestra cultura contemporánea coarta severamente la expresión de este natural deseo por parte de los hombres. La ropa masculina suele ser oscura, pesada, tosca e insulsa. Es casi un uniforme, ya que hay poco margen de variación para diferenciarse de la muchedumbre por medio del color, el corte o el estilo. Así pues, algunos varones descubren que pueden satisfacer sus deseos naturales al ingresar en el universo femenino del color, las telas, el estampado y el diseño.
C) Relajamiento de las exigencias de la masculinidad: No todos los hombres están psicológica o espiritualmente capacitados o interesados en comportarse con la agresividad, prepotencia o poderío, ni a exhibir otras características semejantes o bien a manifestarlas a los niveles que la sociedad considera adecuados para el ideal masculino. Socialmente se espera que un varón haga determinadas cosas y sea de determinado modo, pero muchos hombres no quieren hacer eso ni ser así. Muchos aspectos de la personalidad masculina están forjados por la necesidad de tener éxito, de conseguir un ascenso, de cerrar un negocio, de impresionar a sus superiores, etc. Pero muchos no consiguen relajarse realmente y ser como verdaderamente quieren ser en su interior. La eventual sustitución de lo masculino por lo femenino proporciona la travesti un descanso de tales exigencias puesto que el papel de la mujer es idealmente pasivo, condescendiente, complaciente. No hay relajación comparable a la de transformarse en otra persona, particularmente si es del género opuesto. El golf, el boliche, la cacería, el bridge, etc., todas aquellas actividades que los caballeros emprenden con el propósito de relajarse, son incomparablemente inferiores al total abandono del propio ser cotidiano para convertirse en otro sumamente distinto. Esto no significa que el ser íntegro y completo del travesti sea totalmente femenino, sino más bien que es incapaz de manifestar la totalidad de su ser verdadero portando ropas masculinas debido a las exigencias y limitaciones que la sociedad impone al hombre y que, en cambio, el atavío femenino le proporciona un medio de expresión de esos aspectos reprimidos de su personalidad.
D) Alivio de las expectativas sociales: Cada uno evoluciona hasta convertirse en un cierto tipo de persona que manifiesta determinadas características. Son los demás quienes orientan nuestra formación en tales términos. Es por ello que siempre nos sentimos obligados a “estar a la altura” de la imagen desarrollada por nosotros mismos de nosotros mismos. Es igualmente cierto que, de vez en cuando, esté fenómeno se debilita y entonces desearíamos “ser” otra persona, con una diferente configuración de sus expectativas. La mayor parte de la gente es incapaz de alejarse de sí misma; el transgenérico es capaz de hacerlo por la vía de su ser femenino.
Estos cuatro factores están presentes en algún grado en todos los hombres, aunque su presencia no pueda ser demostrada. Por lo general, quienes descubren estos factores lo hacen durante su adolescencia; pero, a veces, no es sino hasta la madurez, con motivo de alguna situación carnavalesca, de una parodia de boda o de alguna otra circunstancia festiva semejante, cuando se encuentra el pretexto para acicalarse con galas femeninas. En tales casos, si la persona es de naturaleza sensitiva y sus tendencias se encuentra próximas de la superficie de su personalidad, percibirá por primera vez su naturaleza y comprobará las satisfacciones que puede esperar de tal conducta. A partir de entonces,
deseará repetir la experiencia y volver a disfrutar de la satisfacción que le proporciona:
se convertirá en travesti, aunque tenga que mantener secreta su tendencia debido a que también le provoca sentimientos de culpabilidad y de miedo. ¿Qué nos dice la medicina acerca de este fenómeno? Probablemente basten tres citas para ilustrar sus criterios actuales al respecto.
El Dr. Alfred Eyres (en Dis. Nerv. Syst., No.21, p.50, de Enero de 1960) declara: “Una
terapia efectiva, ya de por sí ardua y difícil para tratar cualquier desorden de la personalidad, en este caso [del travestismo] resulta prácticamente imposible. Lo indicado, sin duda, es un enfoque terapéutico que alivie los síntomas, las tensiones y las incomodidades, que estimule una mejor adaptación”. Resulta evidente que la comprensión es la base sobre la cual se puede sustentar la adaptación; comprensión tanto por parte del propio travesti, como por la de aquellos que lo rodean. Los Dres. Bowman y Engle (Amer. Jour. Psych., No.113, p.581, 1957) afirman: “Es generalmente aceptado que toda clase de psicoterapias son ineficaces [para tratar el travestismo]. Por lo tanto, hasta el momento no se ha reportado ningún caso de tratamiento exitoso.”
Los Dres. Walker y Fletcher, en el libro “Sex and Society” (Pelikan Books) manifiestan: “Cuando los doctores apenas son capaces de hacer tan poco por sus pacientes como nosotros, médicos, podemos hacer en el caso del travestismo, tal vez sería mejor para que invirtiéramos nuestros esfuerzos en otra dirección. En lugar de tratar a los propios pacientes, tal vez sería mejor tratar a la sociedad que hace tan difícil la vida de estas infortunadas personas”. Con estos criterios en mente, observemos la actitud de la sociedad.
viernes, 22 de junio de 2012
jueves, 21 de junio de 2012
miércoles, 20 de junio de 2012
Travestis heterosexuales, una realidad invisibilizada
No todos los hombres que se visten de mujer son homosexuales; muchos
tienen novia, esposa, hijos, familia: se trata de una realidad
invisibilizada por el mito del “travesti gay”, aseguró Víctor Velasco
Morales, director del Centro de Capacitación y Apoyo Sexológico
Humanista (Cecash), durante la presentación del libro Vestidas para educar. Notas acerca del travestismo heterosexual, en el Centro Cultural José Martí.
Aunque no existen estadísticas al respecto, el especialista en diversidad sexual estimó que 80 por ciento de los hombres travestis son heterosexuales, de ahí la importancia de escribir un texto con información, testimonios y entrevistas que resuelvan interrogantes en materia de travestismo heterosexual.
Vestidas para educar es el resultado de 15 años de trabajo en Crisálida, un grupo conformado por hombres travestis heterosexuales que no tiene por objetivo el activismo, sino la “resiliencia”. Así explicó Morales el concepto:
“Ante periodos difíciles y de dolor, las personas que han sufrido pueden volverse víctimas eternas o, por el contrario, tener la capacidad de sobreponerse y proyectarse hacia el futuro, a pesar de los eventos que los han lastimado; de esto se trata la resiliencia y es a lo que apostamos en Cecash y en Crisálida, a que los hombres puedan hablar de sus experiencias y encuentren un lugar donde se sientan a gusto”.
El sentido del travestismo heterosexual, clasificación de los tipos de travestismo, el travesti y sus relaciones, la transfobia, son algunos de los temas que se abordan en el libro. Quienes estén interesados en comprarlo pueden solicitarlo directamente a Cecash, en tanto se pone a la venta en la librería El Armario Abierto.
Aunado a este material, Víctor Velasco recordó que ya se encuentra disponible también la Guía de bienestar sexual para jóvenes travestis, transgeneristas y transexuales, realizada con el apoyo del Instituto Mexicano de la Juventud, y la cual se puede descargar de manera gratuita en www.cecash.org.mx.
Por otro lado, durante la presentación del libro, la organización civil dio a conocer las actividades que llevó a cabo en el transcurso del 2011, en materia de prevención de VIH/sida.
Al respecto, Francisco López Lozada, coordinador de proyectos de Cecash, señaló que el trabajo de este año consistió en tres proyectos de prevención focalizada, en hombres que tienen sexo con hombres, en centros nocturnos, baños sauna, cines pornográficos y otros sitios.
Cada uno de los proyectos recibió un presupuesto, por parte del Centro Nacional para la Prevención y el Control del VIH/sida, de 250 mil pesos, financiamiento del cual, 70 por ciento se utilizó para actividades de operación, como pláticas, talleres, así como realización y entrega de material informativo impreso, con el propósito de “desarrollar capacidades que ayuden en la prevención del VIH y otras infecciones de transmisión sexual”, concluyó López.
(www.notiese.org)
Aunque no existen estadísticas al respecto, el especialista en diversidad sexual estimó que 80 por ciento de los hombres travestis son heterosexuales, de ahí la importancia de escribir un texto con información, testimonios y entrevistas que resuelvan interrogantes en materia de travestismo heterosexual.
Vestidas para educar es el resultado de 15 años de trabajo en Crisálida, un grupo conformado por hombres travestis heterosexuales que no tiene por objetivo el activismo, sino la “resiliencia”. Así explicó Morales el concepto:
“Ante periodos difíciles y de dolor, las personas que han sufrido pueden volverse víctimas eternas o, por el contrario, tener la capacidad de sobreponerse y proyectarse hacia el futuro, a pesar de los eventos que los han lastimado; de esto se trata la resiliencia y es a lo que apostamos en Cecash y en Crisálida, a que los hombres puedan hablar de sus experiencias y encuentren un lugar donde se sientan a gusto”.
El sentido del travestismo heterosexual, clasificación de los tipos de travestismo, el travesti y sus relaciones, la transfobia, son algunos de los temas que se abordan en el libro. Quienes estén interesados en comprarlo pueden solicitarlo directamente a Cecash, en tanto se pone a la venta en la librería El Armario Abierto.
Aunado a este material, Víctor Velasco recordó que ya se encuentra disponible también la Guía de bienestar sexual para jóvenes travestis, transgeneristas y transexuales, realizada con el apoyo del Instituto Mexicano de la Juventud, y la cual se puede descargar de manera gratuita en www.cecash.org.mx.
Por otro lado, durante la presentación del libro, la organización civil dio a conocer las actividades que llevó a cabo en el transcurso del 2011, en materia de prevención de VIH/sida.
Al respecto, Francisco López Lozada, coordinador de proyectos de Cecash, señaló que el trabajo de este año consistió en tres proyectos de prevención focalizada, en hombres que tienen sexo con hombres, en centros nocturnos, baños sauna, cines pornográficos y otros sitios.
Cada uno de los proyectos recibió un presupuesto, por parte del Centro Nacional para la Prevención y el Control del VIH/sida, de 250 mil pesos, financiamiento del cual, 70 por ciento se utilizó para actividades de operación, como pláticas, talleres, así como realización y entrega de material informativo impreso, con el propósito de “desarrollar capacidades que ayuden en la prevención del VIH y otras infecciones de transmisión sexual”, concluyó López.
(www.notiese.org)
lunes, 18 de junio de 2012
sábado, 16 de junio de 2012
viernes, 15 de junio de 2012
domingo, 10 de junio de 2012
sábado, 9 de junio de 2012
Fetichismo Travestista
El Fetichismo travestista es un tipo de fetichismo
sexual que consiste en la gratificación sexual por el contacto y
revestimiento con prendas pertenecientes al sexo opuesto (con especial
relevancia de la ropa interior). La ropa del sexo opuesto sería el fetiche.
Comúnmente hace referencia a hombres heterosexuales que visten de mujer para obtener placer sexual. Los fetichistas provocadores son una minoría, la mayoría suelen practicar su inclinación en absoluta privacidad y secreto. Muchos fetichistas están casados y tienen hijos.
Es importante subrayar que los fetichistas travestistas son por lo general heterosexuales.
En el DSM IV aparece en la lista de los Trastornos sexuales y de la identidad sexual dentro de la sección Parafilias como F 65.1 Fetichismo transvestista [302.3] y el diagnóstico no puede hacerse en los casos en los que el transvestismo aparece en el transcurso de un trastorno de la identidad sexual.1
El transvestismo puede ser un antídoto para la ansiedad o la depresión, y lo ayuda a obtener una sensación de paz y tranquilidad.
El grado con el que el individuo se transviste depende del hábito corporal y su habilidad. Puede hacerlo tanto de manera ocasional y en solitario como involucrarse completamente en la subcultura transvestista. Algunos llevan una sola prenda femenina de ropa interior o lencería escondida bajo su atuendo mientras que otros prefieren vestirse y maquillarse como mujer.
Según el DSM IV sólo se da en varones heterosexuales con un aspecto completamente masculino. El individuo guarda una colección de ropa femenina que utiliza para masturbarse sintiéndose al mismo tiempo el sujeto masculino y el objeto femenino de su fantasía sexual. Esa prenda puede ser un objeto erótico en sí mismo y utilizarse luego de la masturbación para tener relaciones sexuales heterosexuales.
En ocasiones puede tener relaciones homosexuales pero no necesariamente.1 Vestirse de mujer para lograr una satisfacción erótica no tiene relación con dudas sobre su sexualidad o identidad sexual. Por tanto, el fetichismo travestista no equivale necesariamente a homosexualidad, bisexualidad, transgenero o transexualidad.
En algunos casos, el fetichista presentra cuadros de Sado-Masoquismo, es decir que esta parafilia puede no presentarse sola, bien formando parte, bien coexistiendo con otras parafilias, ninguna de ellas asociadas a conductas homosexuales, es decir se presenta en un 99.9% en sujetos heterosexuales.
La mayoría de los fetichistas travestistas suelen vestirse con ropas semejantes a prostitutas, por eso muchas feministas argumentan que no se visten de mujeres, sino que se disfrazan de la fantasía de todo hombre.
En EE UU se han hecho populares una serie de libros publicados por la doctora en psicología Peggy J. Rudd que están escritos desde el punto de vista de la esposa de un hombre travestido. Los títulos incluyen: "Mi esposo se viste con mi ropa: El travestismo desde la perspectiva de una esposa," "Travistiéndose con dignidad: Trascendiendo las barreras de género," "Los travestidos y las personas que comparten su vida." Rudd también es miembro del patronato de Tri-Ess, una organización internacional sin fines de lucro para travestidos heterosexuales y sus familiares.
Comúnmente hace referencia a hombres heterosexuales que visten de mujer para obtener placer sexual. Los fetichistas provocadores son una minoría, la mayoría suelen practicar su inclinación en absoluta privacidad y secreto. Muchos fetichistas están casados y tienen hijos.
Es importante subrayar que los fetichistas travestistas son por lo general heterosexuales.
En el DSM IV aparece en la lista de los Trastornos sexuales y de la identidad sexual dentro de la sección Parafilias como F 65.1 Fetichismo transvestista [302.3] y el diagnóstico no puede hacerse en los casos en los que el transvestismo aparece en el transcurso de un trastorno de la identidad sexual.1
El transvestismo puede ser un antídoto para la ansiedad o la depresión, y lo ayuda a obtener una sensación de paz y tranquilidad.
El grado con el que el individuo se transviste depende del hábito corporal y su habilidad. Puede hacerlo tanto de manera ocasional y en solitario como involucrarse completamente en la subcultura transvestista. Algunos llevan una sola prenda femenina de ropa interior o lencería escondida bajo su atuendo mientras que otros prefieren vestirse y maquillarse como mujer.
Según el DSM IV sólo se da en varones heterosexuales con un aspecto completamente masculino. El individuo guarda una colección de ropa femenina que utiliza para masturbarse sintiéndose al mismo tiempo el sujeto masculino y el objeto femenino de su fantasía sexual. Esa prenda puede ser un objeto erótico en sí mismo y utilizarse luego de la masturbación para tener relaciones sexuales heterosexuales.
En ocasiones puede tener relaciones homosexuales pero no necesariamente.1 Vestirse de mujer para lograr una satisfacción erótica no tiene relación con dudas sobre su sexualidad o identidad sexual. Por tanto, el fetichismo travestista no equivale necesariamente a homosexualidad, bisexualidad, transgenero o transexualidad.
En algunos casos, el fetichista presentra cuadros de Sado-Masoquismo, es decir que esta parafilia puede no presentarse sola, bien formando parte, bien coexistiendo con otras parafilias, ninguna de ellas asociadas a conductas homosexuales, es decir se presenta en un 99.9% en sujetos heterosexuales.
La mayoría de los fetichistas travestistas suelen vestirse con ropas semejantes a prostitutas, por eso muchas feministas argumentan que no se visten de mujeres, sino que se disfrazan de la fantasía de todo hombre.
En EE UU se han hecho populares una serie de libros publicados por la doctora en psicología Peggy J. Rudd que están escritos desde el punto de vista de la esposa de un hombre travestido. Los títulos incluyen: "Mi esposo se viste con mi ropa: El travestismo desde la perspectiva de una esposa," "Travistiéndose con dignidad: Trascendiendo las barreras de género," "Los travestidos y las personas que comparten su vida." Rudd también es miembro del patronato de Tri-Ess, una organización internacional sin fines de lucro para travestidos heterosexuales y sus familiares.
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