Ana Cristina García
En lo que Cristy pasa por su enésima etapa de hibernación, me voy a
permitir compartir con ustedes algo de mis experiencias y pensamientos.
Estos no estarán relacionados con la foto que suba pero usaré la foto
como un anzuelo para motivarles a leer el texto ya que quisiera
convertir esto en un foro de discusión ahora que Facebook nos permite
responder a los comentarios. Mi opinión estará sesgada desde el punto de
vista de un “cross-dresser heterosexual” ya que desde hace 30 años que
tengo la certeza de que eso soy y seré por el resto de mi vida. Mi
esperanza es de compartir con quienes tengan confusión acerca de su
identidad de género, al menos desde uno de los diagnósticos en el
espectro TG.Cuando se ha vivido una vida de dicotomía en relación a tu género, existe la tentación de querer optar por uno de los extremos y abandonar el otro; especialmente cuando no es sencillo o no se puede encontrar el balance adecuado. La confusión y el paradigma de que los dos géneros no pueden coexistir en un individuo puede ser una carga pesada mientras maduramos e incluso a lo largo de nuestra vida. Estoy consiente de que todos somos diferentes pero hay muchas similitudes e incluso características idénticas que son comunes a cada uno de los diferentes “desórdenes” de identidad de género que se han identificado hasta hoy.
Muchos de ustedes sabes que yo, como la mayoría, pasé por etapas de ignorancia, exploración, confusión y aceptación desde que tuve conciencia de que era diferente al niño, joven y hombre estereotípico. Por supuesto que siempre me gustaron los deportes masculinos y jugar con soldados, pistolas y carros de juguete y encajaba perfectamente con el estándar del niño convencional. Sin embargo, desde muy pequeñito, me intrigaba la ropa femenina y sentía una necesidad de usarla. Algo interesante es que no pretendía lucir como una niña de mi edad sino que como una mujer joven. Puede ser que esto se debiera a que no tenía una hermana, entonces, y que solo tenía acceso a la ropa de mi madre pero jamás consideré ponerme vestiditos con vuelos o encaje o ropa con moñas o algo por el estilo. Pensaba que era una etapa que pasaría con el tiempo pero a medida que fui creciendo buscaba una transformación más completa y me las ingeniaba para lograrla dentro de mis posibilidades. Para entonces ya sabía que no era tan solo una etapa, me avergonzaba de hacerlo y sabía que tenía que mantenerlo en secreto. Aún así, esperaba cualquier oportunidad de quedarme a solas en casa para hurgar en el guardarropa de mi madre. ¿Acaso era yo el único raro con esta extraña necesidad? Hoy sabemos que hay más de nosotros de lo que jamás hubiéramos imaginado y eso es contando solamente los que tenemos el coraje de admitirlo y compartirlo en Internet.
Al llegar a la pubertad, un componente sexual apareció y el ponerme ropa femenina o maquillarme me excitaba. No se trataba de la sensación de la tela en mi cuerpo o que quisiera ser una mujer aun y cuando ponía mi mejor empeño en lucir como una. Era una combinación de sentimientos que se me hacía difícil de comprender o explicar y que solo aquellos quienes los experimentamos podemos identificar.
Continuará…
Por favor siéntanse en libertad de hacer preguntas y presentar sus argumentos. Yo intentaré opinar cuanto antes ya sea en mis siguientes elucubraciones o en respuestas a sus comentarios. Hagamos de esto un foro de discusión.
Para contactar con Ana Cristina García:
https://www.facebook.com/cristy98girl
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