Ana Cristina García
Al llegar a la pubertad, el vestirme produjo un efecto secundario inesperado y alarmante. Claramente recuerdo que tenía cerca de 11 años cuando me encerré en mi baño con algo de maquillaje de mi madre. Mientras me maquillaba, experimenté mi primera erección y no mucho después de que terminé y vi mi reflejo en el espejo, tuve mi primer orgasmo seguido de eyaculación espontánea. No voy a entrar en detalle con relación a cómo me sentí pero tenga la certeza de que estaba en shock y con un sentimiento enorme de culpa. A partir de este momento, la excitación sexual, a veces seguida de eyaculación espontánea, ocurriría invariablemente cada vez que me vistiera con ropa de mujer. De nuevo, esto no se producía por usar alguna prenda en particular o la sensación de la tela en mi piel sino que la idea de que yo, un joven “normal” me transformara y tomara la apariencia asociada al género opuesto. Cada oportunidad en que me vestía de chica, la sesión llegaba a su fin al momento de alcanzar el orgasmo y tener eyaculación espontánea. Un sentimiento enorme de culpabilidad se apoderaba de mí, sentía repulsión por lo que acababa de hacer y de inmediato me quitaba todas las prendas y maquillaje que tenía puestos. ¿Por qué hacía esto? ¿Por qué no podía controlarlo? ¡Yo era un chico a quien le gustaban las cosas de chicos y empezaba a sentir atracción por las chicas! El sentimiento de culpa no duraba mucho y pocos minutos después estaba dispuesto a hacerlo todo de nuevo. Sin embargo, generalmente no lo hacía por el tiempo y esfuerzo que implicaba.
La vergüenza y culpa no me permitían compartir este secreto con alguien y seguí sin compartirlo por bastante tiempo. El hecho de tener un secreto tan grande e incómodo desde que tenía memoria, incidía mucho en mi personalidad tímida y reservada. Algo que olvidé comentar, es que tengo recuerdos en los que me metía al guardarropa de mi madre a ponerme algunas de sus prendas que datan de cuando tenía tan solo 3 años.
Hoy, tras años de lidiar con esto, terapias con charlatanes y con expertos en identidad de género e interacciones e investigación en Internet, he llegado a la conclusión de que solamente los CD heterosexuales y los fetichistas derivan excitación sexual de travestirse. La diferencia, en mi opinión, es que en el caso del fetichista, el placer puede obtenerse con una sola prenda en particular o de la humillación que sintieron cuando alguien les obligó a vestirse de niña, generalmente a temprana edad y que buscan recrear esos momentos. Los CD heterosexuales, como en el caso de las transexuales, nacemos así y no es una conducta aprendida, causada por una experiencia traumática o por el simple hecho de obtener excitación sexual. Tanto transexuales como CD heterosexuales buscan una transformación completa y convincente pero solamente en los CD se produce esa excitación sexual al verse “transformada” (aunque no sea por esto que lo hacemos). Yo no soy transexual pero he conversado con muchas amigas que son TS de hombre a mujer y me han comentado que para ellas el vestirse es solamente una manera de expresar su verdadero género y no obtienen ningún placer diferente al que pueda tener una mujer genética al ponerse ropa que les gusta y con la que se siente bien.
En mi caso, y quisiera preguntar a quienes creen encajar en el estándar de CD heterosexual, encuentro fascinante el hecho de que un hombre común y corriente tenga la habilidad de adoptar la apariencia y manierismos de una mujer común y corriente. Tengo certeza absoluta de que jamás me forzaron a ponerme ropa de niña o mujer y de que mi necesidad de vestirme de mujer está estampada en mi genes y cerebro y que es una parte tan integral de mi ser como el tener ojos de color café o la predisposición a perder pelo (no en los lugares que quisiera). Jamás he sentido vergüenza por vestir de mujer excepto por ese corto lapso después de la eyaculación espontánea que, después de los 25 años, desapareció. No tengo certeza de si es por la edad o por el hecho de que fue entonces que finalmente comprendí por qué lo hacía y lo acepté como cualquier otra parte de mi ser. Han pasado muchísimos años desde que sentí vergüenza por ser TG en general y CD en particular.
Ya que el tema es “en dónde estoy en el espectro TG” y no la historia de mi vida, voy a hacer una pausa para abrir a discusión si están de acuerdo en que la excitación sexual al verse “transformada” es una característica que distingue al CD heterosexual de una transexual así como mi argumento relativo a la diferenciación con los fetichistas que derivan excitación sexual por motivos diferentes.
Antes de subir esto y abrir la discusión, quiero presentar una idea, que he discutido en otra parte con anterioridad y que cubriré en detalle más adelante, porque lo considero pertinente al tema de hoy. Se trata de mi teoría acerca de por qué muchos CD creen tener algo de bisexual o incluso gay por el hecho de sentir una supuesta atracción por otras chicas transgénero. Mi argumento es que confunden los sentimientos producidos al ver a un hombre transformado de manera convincente en una mujer por atracción hacia la persona que realiza la transformación. En mi opinión, la excitación sexual la produce la idea de que un hombre pueda tener éxito en verse como mujer y se malinterpreta por atracción hacia la persona responsable de la ilusión.
Continuará…
Para contactar con Ana Cristina García:
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