Cuando alguien pregunta a un transformista por qué se viste con ropas femeninas, el transformista se puede encontrar con más problemas para explicarlo que para enfrentarse al medio. El motivo tal vez resida en una memoria remota, en una grabación estimulantemente grata de la infancia o posterior (asociado al fetichismo) o en un sentimiento arrastrado previo al nacimiento. En este último caso asociado a la necesidad incomprensible, casi permanente de ser mujer.
En numerables casos el transformismo es la etapa previa al cambio de sexo, al transexualismo. Pero las barreras sociales que psicológicamente se impone el transformista (no siempre objetivas), generan el suficiente "tope", (una venda antes de la herida) para continuar su evolución en la línea que impone su necesidad más primaria.
La solución a estos topes es compensada con el conformismo de una dualidad. La trayectoria que el transformista va realizando a lo largo de su vida bien puede provocar verdaderas ataduras que frenan el salto hacia el cambio de sexo.
Pero el transformista no es una persona infeliz, todo lo contrario, ha alcanzado en su nivel un estilo de vida acorde con su entidad para avanzar poco a poco. Cuando se sale a la calle se estudian, se refinan roles similares a cualquier mujer. Lidia Börmann definía el transformismo como "EL JUEGO DE LA PERFECCION". ¿Cuántos transexuales precipitados se han encontrado con esa inexperiencia?.
En 1978, Money y Ambinder ("Two year real life diagnostic test: rehabilitation versus cure"- Controversy in psychiatry, Brady JP Editor, Philadelphia 1978) recomendaban "El Test de la Vida Real" (RLT, Real Life Test). Consistía en vestir, vivir como mujer durante un periodo de aproximadamente 2 años. Durante este periodo la paciente podía rastrear su adaptación o no al futuro cambio. En este sentido y no en otro, también muchos transformistas pueden compartir sus etapas hacia una línea similar y la sutil diferencia solamente puede existir en un mayor o menor grado de una misma necesidad. En un ejemplo de otro nivel puede comprenderse esto como un mismo color con varias tonalidades.
Al margen de estas consideraciones que a mi ver resultan oportunas, el transformismo encierra dos destacadas variantes englobadas en un mismo rótulo: Un fetichista que gusta vestirse con ropa femenina y un individuo que se siente mujer al vestirlas (aunque no necesite el cambio de sexo).
La primera se entiende mas como UTILIDAD NECESARIA para una descarga sexual. ¿Por qué habría de importarnos el método si en definitiva cumple con su función?
La segunda se comprende al descubrir la línea que separa el deseo de la necesidad.
Tan felices o tan infelices pueden ser los unos como los otros, tal vez sin llegar a profundizar la raíz de todas estas cuestiones, la manera de encarar, el punto de vista, la madurez psicológica o los estragos que el medio haya impactado en la psiquis de cada individuo pueden inclinar la balanza en una dirección o en otra.
El transformista no es un enfermo. El trasformista mueve las piezas que considera oportunas para ser feliz, como lo hace el fetichista, el transexual, el gay, la lesbiana, el político, el sacerdote o quien trabaja en una empresa. ¿Quién no hace semejante cosa?. Particularmente he conocido a personas "normales" que han perjudicado seriamente a la humanidad.
En mi opinión, no considero al transformismo al margen del orden social. ¿Es acaso el correcto orden social levantarse a las 8 de la mañana para trabajar al lado de un jefe neurótico durante 20 días al mes de todos los meses del año de todos los años útiles de nuestra vida para acabar haciendo cola en el comedor de un asilo?.
El transformista es tan vivir como cualquiera, tal vez mejor, porque tiene el coraje de ir realizando un camino en expansión (como toda creación de la vida), en oposición permanente a la sociedad conservadora que tiende a mantenerla esclavizada. Cada cual verá hacia donde se dirige.
Texto: Yliana Sánchez
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