sábado, 18 de agosto de 2012

FETICHISMO TRANSVESTISTA

El transvestismo siempre fue una parafilia específica, y el DSM III (3) lo caracterizaba con 4 condiciones de la persona portadora de esta parafilia: “1º) Varón heterosexual que se viste repetida y persistentemente con ropas de mujer. 2º) Utilización de ropas del sexo opuesto con el propósito de obtener excitación sexual por lo menos al iniciarse el trastorno. 3ª) Frustración intensa cuando la conducta es interferida y 4º) El trastorno no tiene los criterios de transexualismo”.
En el más preciso DSM IV (4) el transvestismo es redenominado "fetichismo transvestista", y los criterios diagnósticos son: “A. Durante un periodo de al menos 6 meses, fantasías sexuales recurrentes y altamente excitante, impulsos sexuales o comportamientos que implica el acto de transvestirse, en un varón heterosexual. B. Estas conductas provocan malestar clínicamente significativo o deterioro social, laboral o de otras áreas importantes de la vida del individuo”.
En principio, la diferencia del fetichismo con ropa de mujer es que, como vimos, en ese caso el placer está en la ropa en sí misma. En cambio en el fetichismo transvestista, el placer sexual se obtiene usando la ropa de mujer. Hay varios tipos de fetichismo transvestista: primario, secundario, parcial, total, asociado a masoquismo sexual, solitario, ocasional, integrado a subcultura transvestista, con disforia de género.
En las historias clínicas de los fetichistas transvestistas se hallan antecedentes de castigos de niños con uso de ropas femeninas, y los síntomas se manifiestan tempranamente en la infancia y a comienzos de la adolescencia. La evolución depende del primer acto: si fue sólo parcial, o utilizó una prenda, como bombacha, soutien o lencería íntima bajo la ropa masculina, o sólo tacos altos o medias femeninas, que pueden pasar desapercibidas, o bien un transvestismo total o completo, que incluye ropa exterior y  maquillaje. En caso de ser parcial, suele evolucionar hacia la forma total. Puede comenzar por la masturbación con una ropa o “artículo favorito” que usa, y luego la debe tener puesta durante el coito. Puede ser ocasional, sin grandes perturbaciones de su vida sexual.
Si es solitario, el paciente se transviste total o parcialmente frente al espejo, logrando grados de excitación muy elevados, con múltiples orgasmos como lo señalaba Money (38), hasta de 10 veces al día, récord nunca alcanzado si no estuviera transvestido. Este hecho le suele causar disfunciones sexuales o simplemente un tipo de vida erótica incomparable en cuanto a intensidad, si tiene mujer. Por eso son solitarios, no tienen pareja y si la tienen, ellas consienten sin cuestionarlos que se transvistan para realizar el coito, pues se benefician de sus altos rendimientos sexuales.
Los que sufren de un transvestismo completo, adoptan gestos, adquieren habilidad y buen gusto para vestirse y maquillarse y deben rasurarse las zonas expuestas. Suelen poseer un variado y completo guardarropa, el cual es independiente del nivel económico de los pacientes, quienes suelen invertir con grandes sacrificios el dinero necesario para satisfacer su parafilia. Como sólo se registra en varones y heterosexuales, cuando se integran a la subcultura transvestista, suelen atraer a otros hombres por su belleza, y se pueden producir algunas actividades homosexuales ocasionales. También puede aparecer una disforia de género, es decir, incomodidad con su sexo masculino. Cuando se hace constante, pueden surgir deseos de vivir permanentemente vestidos de mujer y a veces intentan tratamientos hormonales (4) y hasta cambio quirúrgico de sexo, lo que no está indicado.
Unos guardan celosamente su problema, sin compartirlo con amigos o padres. Otras veces consultan por sus depresiones o angustias, o por disfunciones sexuales; es raro que lo hagan por su transvestismo en sí, como en todas las parafilias. También es raro que tengan problemas con la ley, ya que la compulsión a robar ropas, propia de los fetichistas no es característica de los transvestistas. Con el paso de los años, la excitación sexual que provoca el uso de ropas de mujer se va atenuando y “puede llegar a desaparecer, o puede llegar a ser ocasionalmente una antídoto contra la ansiedad o la depresión o contribuye a una sensación de paz y tranquilidad”(4).
En el teatro clásico siempre ha sido considerada una virtud poder representar el papel del otro sexo, el actor vestido con ropas adecuadas y simulando la voz y los movimientos. En el teatro griego e isabelino y en buena parte de las obras operísticas del siglo pasado, todos los personajes femeninos eran representados por varones. Pero sabemos que las personas se transvisten en cuatro circunstancias. 1º) Los transexuales, cuando deciden hacerlo desde su trastorno de identidad sexual. 2º) Los transvestistas parafílicos, como lo vemos aquí. 3º) Los homosexuales varones y mujeres, porque les facilita el ejercicio de la prostitución homosexual. Y 4º) Los transformistas, en la actividad cinematográfica y teatral profesional. Los llamados travestis callejeros suelen no ser portadores de esta parafilia.
La moda de vestirse de varón por parte de mujeres liberadas de fines del siglo XIX y comienzos del XX, correspondió a una protesta femenina para obtener las ventajas sociales que otorgaba la condición de varón o para librarse de la tensión y molestias del hecho de ser mujer. En estos casos, dice Fenichel (18), tampoco se debe hablar de transvestismo.

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