domingo, 9 de marzo de 2014

Aquellos maravillosos veranos.




En una entrada anterior comenté algo de mi infancia, etapa de mi vida donde ya notaba yo que me gustaba algo eso de ponerme ropa de mujer.
Quiero continuar con la historia, aun a sabiendas de que será muy similar a las demás "chicas" como yo.
A partir de los 12 o 13 años tengo recuerdos entremezclados, así que intentaré poner un poco en orden mis ideas.
No conocí a mi abuela materna. Murió cuando mi madre éra un bebé, así que fue criada por sus tias. Se podría decir que no era una familia de clase alta, pero no vivían mal, o al menos eso me imagino yo cuando veo las fotos de mis tias abuelas. Siempre bien vestidas, maquilladas, bien peinadas, con alguna joyita, e incluso algún abrigo de los caros. La verdad es que eran muy femeninas, en concreto una de ellas a la que siempre recuerdo con falda y tacones. Incluso las zapatillas de andar por casa que llevaba eran con algo de tacón. El que haya seguido mi blog desde el principio (espero que haya alguien leyéndolo, jaja), recordará que en una ocasión comenté que tenía un tio al que parece ser que le gustaba eso de "disfrazarse" de mujer de vez en cuando. Mi madre comentaba una vez una anécdota sobre él; decía que un día salió al bar que frecuentaba vestido y nadie le reconoció. La familia se tomaba a risa cuando mi tio lo hacía, pero estoy segura de que él lo hacía con el mismo entusiasmo y sentimiento con el que yo lo hago.
Bueno, que me voy por las ramas, a lo que iba. Este hombre, era el marido de esta tia mía tan femenina.

Pues bien, era habitual que yo pasara algún mes de las vacaciones de verano en casa de mis tias.
Era una especie de hotelito (chalecito) muy mono con un jardín enorme en el que a mi me gustaba jugar a la pelota, y que sobre todo me encantaba regar. Me entusiasmaba el olor de los geranios y de las flores y el césped recién regado. Aun hoy, cuando huelo la tierra mojada tras la lluvia o veo unos geranios, siempre recuerdo aquel lugar con especial cariño.
Junto a la casa principal había un anexo. Otra especie de casita chiquitita con una habitación y un baño únicamente.
Los primero años que recuerdo allí, me recuerdo durmiendo con mi tia, en su cama. Yo tendría 6 o 7 años.
Pero cuando crecí un poco ya empecé a dormir en otra habitación y más adelante en la casita anexa.
Allí creo que fue la primera vez que me puse unas medias. Mi tia guardaba varias en un cajón, así como varios pares de zapatos. Me decidí y me puse las medias con un par de zapatos blancos, preciosos. Lo que sentí en aquel momento no se puede describir con palabras puesto que solo aquellas chicas que compartís mis gustos sabeis lo que se siente.
Por supuesto, a aquel día le siguieron más. En una ocasión, mi tia estuvo a punto de pillarme con las medias puestas, pero rapidamente me metí en la cama con ellas puestas. Más de una vez han estado a punto de pillarme, ya lo contaré en otro momento.
No recuerdo haberme puesto ningún vestido de los que había en aquella casa, preciosos todos. No me lo puse por no haber encontrado la oportunidad, no por falta de ganas.

Recuerdo también de aquellos veranos que mis tias guardaban algo de maquillaje en el cuarto de baño, con lo cual también aprovechaba para pintarme los labios de rojo durante un par de minutos. El tiempo justo para saborear el carmín.

En fin, que aquellos meses de aquellos veranos, avancé un poquito más mi gusto por lo femenino, lógico habida cuenta de la femineidad que destilaban las paredes de aquella casa.

Que nadie se llame a engaño, no estaba todo el día con las medias puestas. Aquello podía ocupar un 1% de todo mi tiempo allí. Me dedicaba a jugar al fútbol como un niño de mi edad, a leer tebeos, a dibujar y a jugar con un perro que tenían mis tias.

En fin, hasta aquí un capítulo más de mi novela rosa.
Desde entonces han pasado muchas cosas en mi vida hasta que he llegado a lograr la imagen que hoy adopto cuando me visto de mujer.

Pero eso lo contaré en otra ocasión.

CONTINUARA...


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