Adriana Nolasco
A pesar de ser un tema polémico, la sociedad mexicana muestra ya cierta apertura hacia aquellos individuos que experimentan satisfacción al vestir o usar prendas del sexo opuesto, sean hombres o mujeres. De cualquier forma, prevalecen algunos tabúes que bien vale aclarar.
¿Cuál es la primera imagen que nos llega a la mente al oír la palabra travestismo? Tal vez recordemos personajes “arrebatados” como Francis, Doña Márgara Francisca, Supermana o la Beba Galván, o bien, aquellos que aparecen en películas como La jaula de las locas y Tootsie, o la mexicana El lugar sin límites, de Arturo Ripstein. También es probable pensar en homosexualidad y en calificativos como “la vestida”.
Sin embargo, la sociedad mexicana ha empezado a comprender, afortunadamente, que el travestismo no es una desviación o enfermedad mental y comienza a verlo como lo que es: una expresión más de la gran variedad de manifestaciones de la diversidad sexual.
De acuerdo con el Dr. David Barrios, quien es sexólogo clínico, “el travestismo es un rol de género cruzado, lo que significa que una persona utiliza la vestimenta, accesorios, manerismo y otros elementos que le corresponden al género opuesto, ya sea masculino o femenino, independientemente de su preferencia sexual. Esto significa que no es necesario que quien se traviste desee ser mujer (en el caso de los hombres) o varón (en el caso de ellas), sino que en la mayoría de los casos está a gusto con su género”.
Un ejemplo claro se presenta en la película Tacones lejanos, de Pedro Almodóvar: Miguel Bosé personifica a Juez Domínguez, un travesti que se encuentra tan a gusto con su género, que en una escena, aún con maquillaje, tiene un encuentro erótico con Rebeca, interpretada por Victoria Abril.
Rompiendo tabúes
Sin importar si el travestismo es ocasional o permanente, lo fundamental es quitarle la etiqueta de psicopatología, pues no es una enfermedad ni un trastorno mental. Así, en aras de romper mitos y despejar “telarañas”, bien vale hacer un repaso por algunos conceptos que engloban esta manifestación de la diversidad sexual:
1. Encuentro con lo femenino. De acuerdo con el Dr. David Barrios, también director del centro Caleidoscopía, espacio de cultura, terapia y salud sexual, la principal causa por la que alguien, generalmente un hombre, utiliza atuendos del género opuesto, es el simple placer erótico de vestirse y maquillarse como mujer. “Cabe decir que la gran mayoría de los travestis son heterosexuales, aunque los más notorios o los que vemos con mayor frecuencia son los hombres homosexuales”, apunta el terapeuta.
Otro motivo común es que el placer de usar vestimentas femeninas se convierte en una suerte de ginecofilia (atracción o deseo sexual por las mujeres con rasgos físicos muy desarrollados), la cual se entendería como una forma de admiración y deificación de la figura femenina.
2. Preferencia. Hasta hace unos años el travestismo era algo completamente oculto, de modo que “ardía Troya” cuando pareja, familia o amistades se enteraban de que un hombre tenía esta preferencia. De inmediato se pensaba que era un trastorno psiquiátrico o sinónimo de homosexual, pero esto ha empezado a cambiar: ahora los hombres heterosexuales que acuden a terapia por practicar el travestismo, al descubrir que su caso es sólo una manifestación de la diversidad sexual (no una transgresión a la moral o a la religión), cambian su perspectiva y disfrutan más.
3. Manifestación cultural. El que una persona travesti adopte vestimenta, accesorios y hábitos del género opuesto depende de los roles que existen para ambos sexos en cada cultura. En efecto, los atavíos asignados a mujeres y hombres varían en ciertas sociedades o épocas. ¿Quién no recuerda las grandes pelucas, maquillaje y botines que utilizaban los hombres en Francia y otras regiones de Europa durante la dinastía de los luises (siglos XVII y XVIII), los cuales no causaban revuelo alguno?
“En la historia de cada sociedad hay modos diferenciados para cada género; por ejemplo, en nuestra cultura el color, ornamentos, cosméticos y sofisticación se relacionan con la mujer, pero en otras tiene más que ver con el hombre. Muchas veces se concibe el travestismo como una transgresión a la normatividad, pero eso casi siempre es falso”, asevera Barrios.
4. Comunicación. En la actualidad existe más empatía (“ponerse en los zapatos del otro”), cooperación y condescendencia de la pareja de quien se traviste, al grado de que puede acompañarlo a hacer compras o prestarle ropa y accesorios. “Esto lo he podido constatar con las más de 500 historias de vida (psicológicas y sexológicas) que he analizado durante 25 años de práctica y que están relacionadas con el travestismo”, asegura el Dr. Barrios.
5. También las mujeres. A pesar de que la mayoría de los sexólogos no consideran que una mujer que se viste con ropa de hombre sea travesti (esto gracias a la revolución sexual de la década de 1960, cuando la mujer se entalló los pantalones como símbolo de rebeldía), esta tendencia existe, pues se estima que hay aproximadamente dos féminas travestis por cada diez hombres con dicha preferencia.
Además de adoptar vestimenta masculina, ellas agregan elementos como cabello corto y eliminan aretes, collares o maquillaje de su arreglo personal, sin dar concesión a la feminidad. Por cierto, una de las primeras mujeres en adoptar públicamente esta imagen fue la actriz y cantante alemana Marlene Dietrich, quien causó una revuelta en la década de 1930 debido a que en películas como El ángel azul y Marruecos transgredió los principios de la época al vestir de frac.
6. Para todos los gustos. De acuerdo con el Dr. Barrios, las personas que practican el travestismo pueden ser de orientación heterosexual u homosexual, pero también se les llega a clasificar según la duración del proceso: quienes se visten ocasionalmente con ropa del género opuesto y quienes lo hacen las 24 horas del día. Otra clasificación se da entre quienes erotizan el proceso y quienes no, de modo que experimentan placer, pero sin implicaciones erótico-sexuales.
Asimismo, aunque no es una condición que ocurra en todos los casos, “hay especialistas que sostienen que también existe el travestismo evolutivo gradual, donde en primer lugar hay un periodo de fetichismo (depositar el deseo en prendas del sexo contrario), luego viene uno de travestismo (se viste por completo y con amplio ajuar) y por último ocurre uno transgénero (cambio permanente)”, asevera el Dr. Barrios.
Unión e información hacen la fuerza
Cada vez son más comunes los clubes y asociaciones de personas relacionadas con esta preferencia, como Travestis México o el grupo Crisálida. “Antes estos clubes estaban escondidos, pero ahora cuentan con lugares donde intercambian experiencias e incluso se dan consejos sobre cómo vestir o caminar”, explica el especialista.
A pesar de ser un tema polémico, la sociedad mexicana muestra ya cierta apertura hacia aquellos individuos que experimentan satisfacción al vestir o usar prendas del sexo opuesto, sean hombres o mujeres. De cualquier forma, prevalecen algunos tabúes que bien vale aclarar.
¿Cuál es la primera imagen que nos llega a la mente al oír la palabra travestismo? Tal vez recordemos personajes “arrebatados” como Francis, Doña Márgara Francisca, Supermana o la Beba Galván, o bien, aquellos que aparecen en películas como La jaula de las locas y Tootsie, o la mexicana El lugar sin límites, de Arturo Ripstein. También es probable pensar en homosexualidad y en calificativos como “la vestida”.
Sin embargo, la sociedad mexicana ha empezado a comprender, afortunadamente, que el travestismo no es una desviación o enfermedad mental y comienza a verlo como lo que es: una expresión más de la gran variedad de manifestaciones de la diversidad sexual.
De acuerdo con el Dr. David Barrios, quien es sexólogo clínico, “el travestismo es un rol de género cruzado, lo que significa que una persona utiliza la vestimenta, accesorios, manerismo y otros elementos que le corresponden al género opuesto, ya sea masculino o femenino, independientemente de su preferencia sexual. Esto significa que no es necesario que quien se traviste desee ser mujer (en el caso de los hombres) o varón (en el caso de ellas), sino que en la mayoría de los casos está a gusto con su género”.
Un ejemplo claro se presenta en la película Tacones lejanos, de Pedro Almodóvar: Miguel Bosé personifica a Juez Domínguez, un travesti que se encuentra tan a gusto con su género, que en una escena, aún con maquillaje, tiene un encuentro erótico con Rebeca, interpretada por Victoria Abril.
Rompiendo tabúes
Sin importar si el travestismo es ocasional o permanente, lo fundamental es quitarle la etiqueta de psicopatología, pues no es una enfermedad ni un trastorno mental. Así, en aras de romper mitos y despejar “telarañas”, bien vale hacer un repaso por algunos conceptos que engloban esta manifestación de la diversidad sexual:
1. Encuentro con lo femenino. De acuerdo con el Dr. David Barrios, también director del centro Caleidoscopía, espacio de cultura, terapia y salud sexual, la principal causa por la que alguien, generalmente un hombre, utiliza atuendos del género opuesto, es el simple placer erótico de vestirse y maquillarse como mujer. “Cabe decir que la gran mayoría de los travestis son heterosexuales, aunque los más notorios o los que vemos con mayor frecuencia son los hombres homosexuales”, apunta el terapeuta.
Otro motivo común es que el placer de usar vestimentas femeninas se convierte en una suerte de ginecofilia (atracción o deseo sexual por las mujeres con rasgos físicos muy desarrollados), la cual se entendería como una forma de admiración y deificación de la figura femenina.
2. Preferencia. Hasta hace unos años el travestismo era algo completamente oculto, de modo que “ardía Troya” cuando pareja, familia o amistades se enteraban de que un hombre tenía esta preferencia. De inmediato se pensaba que era un trastorno psiquiátrico o sinónimo de homosexual, pero esto ha empezado a cambiar: ahora los hombres heterosexuales que acuden a terapia por practicar el travestismo, al descubrir que su caso es sólo una manifestación de la diversidad sexual (no una transgresión a la moral o a la religión), cambian su perspectiva y disfrutan más.
3. Manifestación cultural. El que una persona travesti adopte vestimenta, accesorios y hábitos del género opuesto depende de los roles que existen para ambos sexos en cada cultura. En efecto, los atavíos asignados a mujeres y hombres varían en ciertas sociedades o épocas. ¿Quién no recuerda las grandes pelucas, maquillaje y botines que utilizaban los hombres en Francia y otras regiones de Europa durante la dinastía de los luises (siglos XVII y XVIII), los cuales no causaban revuelo alguno?
“En la historia de cada sociedad hay modos diferenciados para cada género; por ejemplo, en nuestra cultura el color, ornamentos, cosméticos y sofisticación se relacionan con la mujer, pero en otras tiene más que ver con el hombre. Muchas veces se concibe el travestismo como una transgresión a la normatividad, pero eso casi siempre es falso”, asevera Barrios.
4. Comunicación. En la actualidad existe más empatía (“ponerse en los zapatos del otro”), cooperación y condescendencia de la pareja de quien se traviste, al grado de que puede acompañarlo a hacer compras o prestarle ropa y accesorios. “Esto lo he podido constatar con las más de 500 historias de vida (psicológicas y sexológicas) que he analizado durante 25 años de práctica y que están relacionadas con el travestismo”, asegura el Dr. Barrios.
5. También las mujeres. A pesar de que la mayoría de los sexólogos no consideran que una mujer que se viste con ropa de hombre sea travesti (esto gracias a la revolución sexual de la década de 1960, cuando la mujer se entalló los pantalones como símbolo de rebeldía), esta tendencia existe, pues se estima que hay aproximadamente dos féminas travestis por cada diez hombres con dicha preferencia.
Además de adoptar vestimenta masculina, ellas agregan elementos como cabello corto y eliminan aretes, collares o maquillaje de su arreglo personal, sin dar concesión a la feminidad. Por cierto, una de las primeras mujeres en adoptar públicamente esta imagen fue la actriz y cantante alemana Marlene Dietrich, quien causó una revuelta en la década de 1930 debido a que en películas como El ángel azul y Marruecos transgredió los principios de la época al vestir de frac.
6. Para todos los gustos. De acuerdo con el Dr. Barrios, las personas que practican el travestismo pueden ser de orientación heterosexual u homosexual, pero también se les llega a clasificar según la duración del proceso: quienes se visten ocasionalmente con ropa del género opuesto y quienes lo hacen las 24 horas del día. Otra clasificación se da entre quienes erotizan el proceso y quienes no, de modo que experimentan placer, pero sin implicaciones erótico-sexuales.
Asimismo, aunque no es una condición que ocurra en todos los casos, “hay especialistas que sostienen que también existe el travestismo evolutivo gradual, donde en primer lugar hay un periodo de fetichismo (depositar el deseo en prendas del sexo contrario), luego viene uno de travestismo (se viste por completo y con amplio ajuar) y por último ocurre uno transgénero (cambio permanente)”, asevera el Dr. Barrios.
Unión e información hacen la fuerza
Cada vez son más comunes los clubes y asociaciones de personas relacionadas con esta preferencia, como Travestis México o el grupo Crisálida. “Antes estos clubes estaban escondidos, pero ahora cuentan con lugares donde intercambian experiencias e incluso se dan consejos sobre cómo vestir o caminar”, explica el especialista.
Felicitaciones...!!! Por una Sociedad mas tolerante y mas informada.
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