PASO EN FALSO es un primer proyecto de aproximación al largometraje Días rotos, que actualmente está en proceso de preproducción. Su argumento cuenta la historia de Tato: un adolescente que vive de pequeños robos en las calles de San José. Durante una huída, Tato sufre una torcedura de tobillo. Entonces es ayudado por un travesti llamado Michelle, con quien establece una cálida y compleja relación.
El proyecto Paso en falso adoptó consistencia a partir de una lejana inquietud en torno de las adversidades que enfrentan cotidianamente los habitantes de las calles de nuestra ciudad capital, y a partir de una serie de conversaciones sobre este tema con la escritora Tatiana Lobo, autora de la novela Candelaria del azar, en la que se inspira el cortometraje.
De allí surgió el personaje de Tato, un niño con cargas de adulto que ha aprendido a subsistir gracias a pequeños robos y a constantes huidas. Tato es nuestro guía en el universo narrativo de Paso en falso. Sus huidas representan la doble condición, violenta y paranoica, de nuestras sociedades contemporáneas. No resulta exagerado afirmar que el miedo característico de Tato es un claro reflejo de nuestro permanente miedo social. La necesidad de un cambio en sus andanzas es también la nuestra.
Los azarosos ires y venires de Tato lo conducen al apartamento de Michelle, otro personaje marginal y usualmente estigmatizado -o caricaturizado- por el consenso social. A partir de este momento surgen entre ambos personajes algunos encuentros y desencuentros, basados en la mutua necesidad y en un paradójico conflicto de intereses.
Los referentes cinematográficos que se han considerado en la construcción de Tato y Michelle son tan ricos como diversos. Sobre el tema de los niños de la calle existe en Latinoamérica una amplia tradición fílmica cultivada a partir de Los olvidados, el descarnado retrato dirigido en 1950 por Luis Buñuel, durante su estancia en México.
La influencia de esta película es amplísima en nuestras cinematografías, lo que se evidencia en los muchos textos análogos filmados posteriormente en países como Brasil (Río, cuarenta grados; Pixote; Ciudad de Dios), Colombia (Rodrigo D no futuro, La vendedora de rosas), Venezuela (Sicario, Huelepega), El Salvador (El carretón de los sueños) o el propio México (De la calle).
Por otra parte, existe la percepción errónea de que, en el panorama cinematográfico contemporáneo, el travestismo y la transexualidad son territorios exclusivos del español Pedro Almodóvar (Tacones lejanos, Todo sobre mi madre, La mala educación). Esta visión subestima el valor algunas propuestas de gran riesgo y agudeza, como ocurre en los casos del irlandés Neil Jordan, (El juego de las lágrimas, Desayuno en Plutón), o del director argentino radicado en Brasil, Héctor Babenco (Pixote, El beso de la mujer araña, Carandirú).
Es precisamente en el cine de Babenco donde reposan muchos de los planteamientos de fondo de Paso en falso, tanto por su interés en asumir el cine como acercamiento a una realidad inmediata, como por la búsqueda de alternativas a los esquemas preconcebidos. Otros referentes latinoamericanos que han sido considerados en el abordaje del personaje de Michelle son La Raulito, dirigida por el argentino Lautaro Murúa, y El lugar sin límites, del mexicano Arturo Ripstein.
Curiosamente, en el título del filme dirigido por Ripstein aparecen también dos conceptos de gran importancia en Paso en falso: el lugar y el límite. Tato es un personaje que estudia pacientemente las posibilidades de aquellos lugares que habita. Debe desplazarse con especial cuidado y rapidez antes, durante y después de sus pequeños robos cotidianos, por lo que se ha convertido en una criatura de espacios abiertos. Por esta razón percibe su estancia en el apartamento de Michelle como un encierro y no como el refugio que ella pretende ofrecerle.
En consecuencia, la noción de límite está muy presente en Paso en falso y se expresa mediante la disolución de las fronteras entre el niño y el adulto, lo masculino y lo femenino, lo público y lo privado, lo prohibido y lo permitido. Este juego de transgresiones y antagonismos abre el espacio hacia diversas posibilidades narrativas y conforma, hacia el final del relato, una suerte de revelación moral.
Tato y Michelle representan a dos grandes poblaciones condenadas a la soledad por nuestro violento entramado social. Representan también algunas de las preguntas más urgentes de nuestros días ¿Por qué no es posible la armonía entre dos seres que se necesitan mutuamente? ¿Cómo dejar atrás nuestro permanente miedo? ¿Necesitamos más vigilantes o más oportunidades? ¿Es posible una sociedad más equilibrada y plural? Tal vez las respuestas descansan en el cambio de una visión social esencialmente individualista, por otra más reflexiva y solidaria. Tal vez.
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