Vestirse con ropas del otro sexo es una constante en la historia de la humanidad, hay muchas razones para ello desde escapar de las iras de un rey verdaderamente enfadado como hizo el secretario de estado de Felipe II, Antonio Pérez, hasta para ganarse la vida como muchos actores o cómicos, pero no vamos a hablar de estos casos, vamos a referirnos a las personas que adoptan ropas del otro sexo porque les excita, sin ser por ello homosexuales.
El travestido no es la persona que en carnavales se viste de hombre o de mujer, es algo más profundo que se siente como una necesidad y que proporciona satisfacción sexual o emocional. Si no puede vestirse de vez en cuando con ropas del sexo opuesto el travestido se sentirá muy desgraciado porque le falta lago muy importante en su vida.
Normas sociales muy estrictas
Algunos psicólogos explican que los hombres que se ven obligados a vivir de acuerdo con normas muy estrictas impuestas por la sociedad, que han de estar continuamente demostrando que son hombres de verdad, de vez en cuando necesitan salirse de ese carril impuesto y “huyen” hacia lo femenino, del mismo modo puede decirse de las mujeres con su modelo de sujeción, decoro y aceptación, la ropa masculina les devuelve parte de el éxito, la seguridad, la dominación y la agresividad que les dejan tener.
Es importante que delimitemos el término “travesti” que en términos populares suele usarse para referirse a hombres, muchas veces homosexuales o transexuales, que, vestidos de mujeres, se dedican a la prostitución, pero aquí vamos a hablar de los travestidos, que son hombres o mujeres que disfrutan llevando prendas correspondientes al otro sexo, y que lo suelen hacer en la intimidad.
Estas personas suelen ser gente feliz de ser lo que son, heterosexuales, que desean expresar el aspecto más femenino/masculino de su personalidad, se suele decir que sólo es una cuestión de guardarropa.
Por supuesto, todos los especialistas están de acuerdo en que este tipo de conductas no tiene su origen ni en cuestiones genéticas ni en hormonales por ello siempre se hace referencia a experiencias durante la primera infancia, es decir, desde el nacimiento hasta alrededor de los cinco años, unidas más tarde al aprendizaje de las conductas y los convencionalismos sociales, por ejemplo, la experimentación que suelen hacer casi todos los niños con la ropa, los complementos y los cosméticos de las personas mayores que están a su alrededor, si a estas conductas se asocia algún tipo de tensión sexual placentera como probarse las medias de mamá, pintarse los labios, meter los pequeños pies en los zapatos de papá o masturbarse con algo suave.
El deseo de repetir la experiencia surge simplemente del placer que se deriva de estas conductas relacionadas con el “disfrazarse” además de vivir la posibilidad de asumir otra personalidad en la que descargar la culpa.
Rechazo social
Pero este tipo de conductas, a veces, suponen un rechazo social que es muy difícil de asumir sobretodo por personas muy jóvenes, y puede convertirse en la preocupación dominante de la vida, tanto el cómo hacerlo, como el cómo mantenerlo en secreto.
Por esto, desde muy pronto un travestido no confía a nadie sus deseos y busca momentos furtivos y solitarios para poder practicar su afición, sintiéndose después sucio o triste, y lo que es peor con la sensación de una inmensa soledad.
Debido a este secretismo es muy difícil saber el alcance de esta tendencia de la sexualidad humana, aunque las últimas estadísticas nos dicen que puede que estén alrededor de un uno por ciento de la población, lo cual es mucho, ciertamente, para no darle importancia.
El poner ropa del sexo opuesto puede que abarque un gran número de motivaciones pero por las experiencias clínicas estas pueden refundirse un tres grandes grupos: las derivadas de aspectos exhibicionistas, las estrictamente eróticas y las que se refieren a los roles masculino y femenino.
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No hace mucho en los teatros del mundo occidental los papeles femeninos eran representados por hombres muy jóvenes y aún hoy muchos actores interpretan papeles femeninos en el cine, la televisión o el teatro, también es cierto que esta forma de exhibicionismo es mucho más frecuente entre los hombres que entre las mujeres.
Imitar a las mujeres ha sido siempre un número clásico en los espectáculos de café-teatro o de cabaret y muchos hombres descubren su tendencia en alguno de estos espectáculos.
La ropa ceñida, la exhibición o exageración de los aspectos femeninos puede tener un alto contenido erótico, y al volver a casa mucho hombres experimentan poniéndose esas ropas el mismo placer que sintieron cuando lo vieron en el escenario, y de ahí a volver a ponerse las ropas de nuevo para tener relaciones no hay más que un paso.
A veces este tipo de práctica esta relacionada con el aspecto masoquista psicológico tanto hombres como mujeres se visten del otro sexo para experimentar el placer que les proporcionada sentirse dominados o despreciados por alguien del sexo opuesto.
Pero para la mayoría de las personas con esta tendencia, vestirse con ropas de mujer u hombre es una manera de dejar atrás las tensiones y las presiones que comporta su propio rol, y de este modo pueden dejar atrás los peores aspectos de su vida, los que más tensiones les provocan. Ellos saben perfectamente lo que son y quieren seguir siéndolo pero viven la fantasía de ser otro/a y necesitan introducirse en esa parcela social reservada al otro sexo para relajarse.
Vivir la experiencia de ser el otro
Otro de los placeres que comporta el travestismo es el de comprar ropa, el principio se comienza “tomando prestada” la ropa de los familiares o amigos pero con el paso del tiempo los travestido aprenden a comprar en las tiendas o por correo y llegan a tener un nutrido guardarropa secreto.
Si exceptuamos los travestidos fetichistas que se vuelven locos por los uniformes o por determinados materiales la mayoría adora las prendas femeninas más comunes, les encanta la ropa interior y suelen llevarla debajo de la ropa de su sexo, no quieren pasar por mujeres u hombres, solo quieren sentir el roce de un bóxer o un sujetador en su piel.
Cuando la pareja comprende este tipo de tendencia puede ser muy gratificante “escoger” ropa juntos o tener relaciones sexuales cambiando los roles e incluso desarrollando una personalidad secreta para cada uno, así él puede ser Jane y ella Tarzán.
Vivir la experiencia de ser el otro es algo que todos los sexólogos recomiendan a las parejas sean travestidos o no, nadie es capaz de entender algo sino es capaz de ponerse en la piel del otro y la experiencia sexual es un ámbito donde se dan excelentes condiciones para hacerlo.
Mejor que quejarse de las incapacidades del otro sexo es experimentar en la propia carne como vive el otro nuestras propias incapacidades, es una experiencia liberadora y altamente erótica.
Muchos suelen llevar una doble vida
Muchos suelen llevar una doble vida de día trabajan en puestos masculinos respetables y los fines de semana se travisten y se suben a un escenario a provocar que es lo que realmente les gusta. Algunos han hecho de ello su modo de vida.
Concluyendo podemos decir que tanto los travestidos como los drag queen son personas con aficiones inofensivas que requieren grandes dosis de creatividad y tiempo libre para dedicarse a ello.
Es importante no sentirse solo, hay muchas organizaciones y clubes en los que pueden intercambiar experiencias y en la actualidad hay comercios especializados en los que se pueden encontrar cualquier prenda en cualquier talla.
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El creador del término travestismo
Y para terminar, un pequeño homenaje al creador del término “travestismo” que fue el investigador y médico alemán Magnus Hirschfeld que en 1910 publicó su famosa obra “Conductas sexuales humanas”. Con anterioridad se usaba el término eonismo que proviene del caballero francés d´Eon de Beaumont que vivió en el siglo XVIII y durante años se hizo pasar por mujer actuando como espía francés en la corte rusa, cuando volvió a Francia volvió a verter de hombre, nunca se supo que era en realidad porque a su muerte, sus parientes no permitieron la autopsia, dice la leyenda que su madre lo vistió de niño siendo niña para no perder la herencia de su padre, tuvo amantes como hombre y como mujer de forma muy satisfactoria para ellos y ellas.
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