miércoles, 29 de diciembre de 2010

FEMINIDAD ANSIADA


Trascripción en forma literal un artículo de la revista CD ROMX, el cual explica "la mejor forma" de travestirse. Hay cosas que yo no comparto con él articulo que está escrito por una mujer, Pamela Rebenque de la editorial Euroxpress, la cual en momentos parece que les toma el pelo a los "caballeros travestistas" con algunas de sus sugerencias, sin embargo tengo que reconocer que la nota puede apuntar algunas verdades; Mas no enseña ni a maquillarse ni a vestirse ni a actuar en consecuencia a alguien que está experimentando por primera ves estas artes de la transformación a mujer.

El primer escollo con el que se encuentra el hombre que desea vestirse como las componentes del otro sexo es la muy habitual tendencia a caricaturizar a la mujer, a tomar de ella únicamente los aspectos más exteriores, más evidentes... y también los menos importantes. Es tomar equivocadamente la feminidad o, mejor dicho, una cierta idea errónea de la feminidad. Porque lo que se debe de quedar bien claro para el caballero en cuestión (este que quiere travestirse) es que el ponerse un vestido femenino y unos zapatos de tacón alto jamás ha hecho de un hombre una mujer.

Y si algo está claro en esta situación, es que el que se traviste está buscando su verdad interior, está tratando de conocer la parte de feminidad que se esconde en su interior y que es tan real como la otra parte, más evidente, la masculina. Lo que es más: para muchos, el negar esa parte oculta sería renegar de sí mismos, mentirse a sí mismos y a los demás.

Pero pasemos ya a los consejos. Lo primero, y quizá lo más importante, que quepa aconsejar a los caballeros de nuestro titulo es el frecuentar y observar atentamente a esas mujeres a las que quieren imitar travistiéndose. Y a interiorizar, no hay que cansarse de repetirlo, esa feminidad; pues una vez logrado eso, se expresará de una forma armoniosa a la par que creíble. Y eso se notará en gestos, en el modo de caminar, en la forma de hablar, pareciendo más natural y menos forzada. El objetivo a lograr es el ser femenino, que no afeminado...

Así, pues, caballero, observe atentamente el modo en que camina una mujer: va más suelta que el hombre, es más ondulante. Pero, para lograr ese modo de caminar, lo que No Hay Que Hacer es subirse desde el primer momento encima de unos vertiginosos zapatos de tacones muy altos. Por el contrario, esta prenda tan femenina no debe ser utilizada por el caballero hasta que ya haya perfeccionado su caminar femenino... si es que no quiere caer en el ridículo, ya que un contoneo excesivo no haría otra cosa que remarcar la propia condición masculina. Así, pues, hay que ir aumentando, progresivamente, la altura de los tacones.

Por la misma regla de tres, unos gestos demasiado amanerados no son imitativos de la feminidad: el caballero deberá esforzarse en mejorar su elasticidad, haciendo ejercicios de elongación a largo plazo, más que esfuerzos gimnásticos cortos y rápidos que hacen al cuerpo más macizo.

Punto primordial, y siguiente consejo: la voz. El canto puede ayudar al caballero a aclarar la voz. Pero de nuevo la recomendación es no pasarse, ya que ascender los tonos agudos no significa que el caballero deba de ir por esos mundos lanzando grititos de gacela asustada; por el contrario, más le valdrá guardar un poco de su viril sangre fría, poniéndola al servicio de esa feminidad deseada.

Otro consejo: el que este artículo se insista en lo básico que es el interiorizar la feminidad ansiada no quiere decir que con ello baste: es esencial el cuidar de los aspectos exteriores, base del travestismo, tales como el vestido, el peinado, el maquillado... Pero sin, por una parte, contentarse con la simple apariencia (de nuevo, insistir en la interiorización), ni, por otra, tratar de subyugar el propio exhibicionismo, la fantasía, el posible gusto por la bisutería, la ropa de lentejuelas y las formas ondulantes.

Y, a la hora de elegir la vestimenta, lo mejor quizá, sea parte de la propia indumentaria masculina, para hallar una equivalencia en lo femenino con la que el caballero pueda hallarse a gusto. En efecto, no se trata de pasar de un estilo vestimentario masculino a todo lo opuesto en lo femenino. Por ejemplo, si el caballero es del tipo ejecutivo, con traje, chaleco y corbata, seguramente se hallará a gusto travestido con vestido de marca tipo Channel; si, por el contrario va de progre, con téjanos y chaqueta de pana, posiblemente una buena minifalda de cuero y medias negras de rejilla le harán sentirse cómodo.

En cualquier caso, que el caballero se muestre curioso, experimente. Y otro buen consejo es hallar una modista, que en nuestro país aún las hay muchas, que acepte hacerle a medida del caballero las prendas con que travestirse. Siempre resultará una experiencia más atractiva que husmear a hurtadillas por la sección "grandes tallas" de la planta de mujeres de unos grandes almacenes... ¡cuyas prendas, en la mayoría de los casos, son más bien muy poco atrayentes!

Y, en lo que se refiere a la ropa interior, aunque el caballero desee proveerse de los más sexy, cosa muy comprensible, hará bien, al principio, en evitar los colores demasiado chillones y las blondas y encajes excesivos, amenos que desee presentar un aspecto ridículo. Y nada de tanguitas que no podrán contener ese pené que se trata de disimular. Lo mejor es usar bragas de grandes formas y una o dos tallas mayores que las que use normalmente en calzoncillos. En el caso de que desee disimular su pené obligándolo a permanecer girado entre sus piernas, el caballero deberá elegir bragas elásticas dos tallas por debajo de la propia masculina.

En lo que se refiere a colocarse las medias, lo mejor es primero enrollarlas suavemente sobre si mismas, para desenrollarlas luego, lentamente, a lo largo de la pierna. Y mejor usar el liguero en las caderas que a la cintura para ahuecar la propia figura. Es fundamental que las medias, liguero, bragas y sostén estén en armonía. Tampoco hay que descartar los pantys, que son muy sexys si el caballero los lleva sin bragas debajo y se ha depilado piernas y sexo.

Respecto a los bodys, hay que tener en cuenta que se trata de una prenda íntima muy femenina: se debe de elegir los más sedosos para que provoquen un sensual roce contra la piel. Y mejor los modelos con una abertura entre las piernas... así, cuando el caballero haya de orinar, podrán abrirse de piernas como una mujer.

Tras las medias los zapatos: el calzarse siempre es un problema para el caballero que desea travestirse. Tampoco aquí le servirán las zapaterías especializadas en grandes tallas, por no ofrecer habitualmente modelos atractivos. Mejor acudir a sex-shops, tiendas de ropa fetichista o zapaterías especializadas en la farándula, que calzan habitualmente a los travestís del mundo del espectáculo. Nuestra colega la revista fetichista Tacones Altos acostumbra a dar un listado de establecimientos interesantes a este respecto.

Y pasamos a otro tema fundamental para el caballero que desea travestirse: el peinado. Naturalmente, los cabellos largos permiten variar el peinado, ya sea para acompañar al vestido, ya para estar acorde con el humor. Dejados sueltos, tienen tendencia a alargar el rostro, mientras que una cola de caballo o un moño a menudo presentan un aspecto serio y clásico, aunque sean peinados que puedan llevarse con una vestimenta extravagante, poniéndola más de relieve gracias al contraste provocado. Lo mejor es solicitar la ayuda de un peluquero, o peluquera profesional.

También es posible feminizar un corte de cabellos relativamente corto: si el caballero tiene algunos rasgos finos y regulares, si es relativamente joven, incluso puede arriesgarse a llevar unos cabellos muy cortos... teniendo siempre en cuenta que tienden a endurecer los rasgos de la cara. Para dulcificarlos hay que mantener el pelo mediano o largo. Así, si los cabellos llegan más allá del mentón pueden suavizar una mandíbula demasiado fuerte, y un flequillo camuflará una frente demasiado grande.

Y, sobre todo, que el caballero tenga en cuenta que las mujeres que tienen los cabellos largos siempre tienen buen cuidado de conservarlos hermosos y brillantes, no siendo tolerable, en este aspecto, la negligencia. Un color suave o simple reflejo podrá hacer resplandecer un cabello un tanto muerto.

Pasemos, por fin, al maquillaje, que es, en si, el elemento que puede dar más espectacularidad a la transformación del caballero. Previamente a su aplicación, hay que preparar la piel: dejando a un lado a los afortunados aspirantes a travestí que son por nacimiento de naturaleza imberbe, pocos de los demás podrán escaparse al calvario de la depilación. Calvario... que lo es menos cuando el caballero confía su cuerpo a una estética u otra profesional experta. La cera caliente siempre ofrece un resultado depilatorio impecable, y puede ser practicada por uno mismo, mediante aparatos especializados de fácil manejo; pero quizás el caballero pueda relajarse mas y sufrir menos del antedicho calvario, si se hace depilar, ya sea por la aconsejada profesional, o por un amigo/a benévolo/a.

En cuanto a la cera fría, es limpia y práctica, pero queda reservada a quienes poseen una pilosidad poco abundante, y debe evitarse en momentos y lugares de mucho calor, pues esa cera se ablanda y queda entonces pegada a la piel, sin arrancar el vello. Queda absolutamente prohibido la maquinilla de afeitar, eléctrica o no, por dejar una piel parecida a la de un erizo. Por su parte, la crema depilatoria tampoco es de utilidad a los que ya sean algo peludos.

Después de la depilación hay que emplear una crema suavizante, e incluso en algunos casos cicatrizante. Y también el simple talco suaviza y perfuma agradablemente la piel. Sobre todo, el caballero deberá tener en cuenta que no deberá usar minifalda, ni cualquier falda corta que enseñe las piernas entre el tiempo que transcurre entre el momento en que los pelos empiezan a salir de nuevo y aquel en el que alcanzan a longitud necesaria como para poder ser depilados de nuevo. ¡Paciencia!

Recompensado el caballero por sus esfuerzos estéticos, digamos que ya ha logrado una piel de bebé: deberá entonces aplicarse a la misma un fondo de maquillaje para que se la proteja. ¡Cuidado con el color de fondo de tinte que se coloque luego! Deberá estar en armonía con el tono natural de la propia piel. Y lo mismo sucede con el color de los polvos... ya sean sueltos o compactos, los polvos son indispensables para dar un tono mate a las zonas que a menudo son más brillantes, como la frente, las aletas de la nariz o el mentón... sobre todo, teniendo en cuenta que, a menudo, la piel del hombre es más grasa que la de la mujer. ¡Indispensable llevar una polvera en el bolso, para los retoques! Gracias al espejito de la misma, el caballero también podrá retocase la boca tras comer unas chocolatinas. Y el pincel le ayudará a rediseñar su rostro: un poco de color colocado en las mejillas, al bies, las ahueca; si se pone un poco más abajo alarga el rostro: mientras que, en los pómulos, los realza y da un aire festivo. Consejo útil: que el caballero experimente ante un espejo.

Y llegamos así a la boca... una de las mejores herramientas de seducción para el travestí, pero también uno de los puntos más delicados del maquillaje. El caballero hará bien en elegir su rojo de labios en función al vestido a usar y al color natural de la propia boca. Si ésta es por naturaleza pulposa, hay que evitar los rojos demasiado densos, para evitar que parezca un pedazo de carne cruda. Y recuerde que los rojos mates se aguantan mejor que los brillantes, así que son preferibles cuando hace calor, y si se tiene en derredor de la boca algunas arruguitas que podrían hacer correrle el rojo al poco de habérselo dado. Unos pocos polvos ayudarán a fijar una primera capa del rojo, a la que luego se le añadirá, por encima, una segunda capa.

Para lograr una boca bien definida hay que dibujar primero el contorno, y luego llenar el interior. El contorno no debe ser variado después de haber coloreado enteramente la boca, y, si se tienen los labios muy delgados, hay que evitar desbordarlos demasiado. En general, lo mejor es seguir el contorno natural.

Terminaremos con los ojos. En éstos, el caballero hará bien en igualmente tener en cuenta la forma y color naturales. En su maquillado hay que respetar unas pocas reglas elementales: si está muy cerca el uno del otro, hay que evitar maquillar los ángulos internos, estirándolos en cambio a base de remarcar el ángulo externo. Si los ojos son saltones, hay que evitar el maquillar el párpado inferior, mientras que por el contrario, una línea de lápiz de ojos en el párpado superior les hará mejorar mucho. ¡Cuidado con las sombras! Los tonos marrones, amarillos y verdes provocan enseguida un efecto de perdón, que no siempre resulta atractivo, sobre todo si se los mezcla. Y los ojos azules deben evitar los sombreados en ese color, pues los apagarían. Por su parte, los ojos marrones no aguantan más que los azules oscuros muy densos. Hay que aprender a disfumar la sombra, para aclarar la mirada y agrandar los ojos. Y, para no manchar el rostro con la máscara, hay que ocuparse de las pestañas en último lugar... aunque para una buena mirada de vampiresa no hay como usar pestañas artificiales.

Todo lo anterior son consejos bastante elementales, que pueden ser desarrollados con las lecturas adecuadas, los consejos de amigas benévola y, desde luego, con la ayuda - siempre que sea posible, acudid a ellos - de los profesionales. Y muchas horas pasadas ante el tocador le darán al caballero que quiere travestirse la misma experiencia adquirida desde la juventud por quien desea imitar, las mujeres.

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