viernes, 17 de diciembre de 2010

Que la muerte no nos separe

La potencia creativa y sexual de nuestrx cronista es capaz de despertar a los muertos. Lux estuvo en México y en el más allá.

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Nada de Halloween gringo for export. No vine este mes a la tropical huasteca mexicana a meter la cabeza en una calabaza agujereada ni a pedir golosinas plásticas a las vecinas Ingalls, si es que esos especímenes estilo Sarah Palin siguen virtualmente vivos y votando a los republicanos. Queers míos, estas celebraciones que les cuento no son hijas de la cultura globalizada yanqui. Esto es el Xantolo mexicano, el rito de los Santos Difuntos, hibridado con tradiciones precolombinas. Sones, bailes viejos que se arman en el cementerio de la ciudad de Huejutla de Reyes, fuegos artificiales, máscaras, calaveras, transformismo e inversión de género (que travas y mariquitas aprovechan para dar rienda suelta al soñado vestuario), mucho chile rojo que calienta los motores, almuerzo y tequila sobre las tumbas, y altares de arcos floridos por donde pasan los muertitos a visitar a los vivos. Primero pasan los que murieron siendo niños, porque caminan más rápido. Después, los mayores. El Sancta Sanctorum de la Europa cristiana vuelto jolgorio. Créanme: Lux no se alimenta solo de excesos de la carne sino también de las exóticas viandas del espíritu.
Pero no hay espíritu que no sea llevado por el mundo sin su correspondiente bolsa de carne. Ya lo saben. Hasta en los momentos más sacros lo profano busca su protagonismo, y así siempre brota el omnipresente deseo del altar de lo sublime. Apenas llegué a la reserva natural, que es una cooperativa manejada por familias de la etnia huasteca, entré a la cabaña ecoturística de piedra redonda y me desnudé ipso facto al ver la tentadora cama de dos plazas cubierta por un velo contra los insectos, porque no hay que confundir hambre de naturaleza con irresponsabilidad frente al dengue. ¿Habrá sido el roce de las sábanas o la visión de ese techo de paja sobre mi cabeza lo que despertó en mí al Eros solitario? Imaginaba mi cuerpo desnudo traslucido detrás del velo y nadie todavía que apagase el incendio que propagó la fantasía, me entregué a las manipulaciones de Onán, es decir a la manuela, mientras imaginaba una bella criatura muy sin género que corría el velo de mi tálamo y se colaba.
¿Sugestión, sueño, realidad? Ay, Lux afantasmada en la selva. Primero sentí mi pie contra un pie ajeno que, junto con los calores, me iba subiendo hasta las partes volcánicas. Después una voz en registro Pancho Villa y Chavela Vargas que decía “no mames, wey, qué chido estar con Lux en la cama”. Por último, y a pesar de que no veía a nadie, sentí todo lo que el cuerpo me permitió sentir. Un tsunami de placeres. No quise preguntarle nombre ni origen a ese ser tan hábil, invisible y sexy, porque si se trata de grandes amantes no hay identidad que pueda opacar los goces. Cuando estaba terminando su preciosa tarea, “eso” me dijo al oído “nunca te olvides, Lux, que hoy es el día que los muertitos visitamos a los vivos. Y mira tú por cuál altarcito he entrado esta tarde”.
No me acusen de necrofilia, porque no fui yo quien buscó comercios carnales con el más allá. Aunque tampoco esperen que reniegue de las experiencias extremas, si los muertitos vienen con tanta técnica Kamasutra para enseñar. Digan si no: lo que más me entusiasma del sexo anónimo es que se parece al motocross. Nunca se sabe sobre qué loma de burro caerá el cuerpo vencido. Esta vez tocó un fantasma. Por las dudas volviese, copié el formato de un altar huasteca y, tal como exige la tradición, pensé en las cosas que el ser del más allá por ahí había amado en vida y querría volver a ver. Puse tequila que traía en la mochila, frutas robadas a un árbol y, no vayamos a olvidarnos de lo imprescindible, preservativos de distintos tamaños porque, la verdad, no hay situación sobrenatural que amerite un sexo que no sea seguro. Esto lo digo pensando, queers de mi corazón, en que esta semana que se fue se ha conmemorado el Día Internacional de la Lucha contra el HIV-Sida.
Huejutla de Reyes, Huasteca hidalguense, México. Celebraciones de Xantolo o de Muertos.

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